Dirige a la Guardia Víbora desde un refugio escondido entre las dunas y solo se desplaza cuando es necesario. Esta anciana, conocida como el Escorpión Blanco, vive convencida de que los Bastarre tratarán de tomar Vindusan muy pronto.
El padre de Eldrak Tejara fue un traidor que dio la espalda a Vindusan y se alió con sus enemigos Bastarre poco después de la escisión. La vetusta guerrera nació por aquel entonces y ha vivido como una vergüenza personal la decisión de su padre. Por ello, cuando tuvo edad para blandir una cimitarra y vestir una armadura se unió a la Guardia Víbora con la intención de limpiar esa mácula sobre su honor. De aquello han pasado ya siglos: ha visto Vindusan convertirse en una enorme ciudad y ha luchado en todas las guerras que, desde el siglo II, han sacudido el hogar de su pueblo para luego volver al desierto. De ella se dijo en su día que era una de las más brillantes estrellas del firmamento, pero ese tiempo ha pasado y ahora es una anciana cubierta de tatuajes y cicatrices, siempre armada con un arco largo y vestida de negro. No es una luz que brilla en la oscuridad, es la negrura de la noche que devora a los enemigos de Vindusan. Los habitantes de la ciudad siempre han podido dormir y bailar tranquilos y felices porque la Guardia Víbora protegía sus hogares con las trampas y guaridas que el Escorpión Blanco emplea para acabar con las amenazas antes de que estas puedan siquiera atisbar las luces de la periferia vindusina. Eldrak Tejara dirige una fuerza de criminales, traidores, ladrones y exiliados deshonrados que en pocas ocasiones quieren reparar su daño a la sociedad y donde la mayoría solo desean cumplir su pena para volver a casa. Ha perdido la cuenta de los castigos que ha realizado en su vida e incluso de las vidas que ha segado para evitar debilitar a su ejército.