Datos generales
Metrópolis: 44 591 habitantes (42 % Elfos Banjora, 37 % Fórmigos, 8 % Enanos, 7 % Shabaudi, 4 % Venheli, 2 % Otros).
Límite de dinero: 70 000 po.
Guardias: 375 guardias aproximadamente.
Autoridad: líder supremo Varcassian y sus consejeros, el consejo de las Cien Casas, Zontar Andium (jefe de la guardia), Yethan Kalam (líder de la Guardia Azor) y Eldrak Tejara (líder de la Guardia Víbora).
Religiones mayoritarias: la Trinidad de Vindusan (Elethae, Praxis y Eurana), Ankaraz, Espíritu cívico de Vindusan.
Geografía
Vindusan es una metrópolis descomunal, cosmopolita y hermosa, que se extiende sobre la costa de la laguna Minmara y el islote de sus aguas. Un oasis de civilización en medio del desierto, es un punto de encuentro para incontables razas y mercancías, así como la primera y más orgullosa de todas las ciudades nacidas tras el fin del dominio de los Peregrinos. Su crecimiento a lo largo de los siglos ha ocurrido de manera organizada y cuidadosa, ya que buena parte de la ciudad está construida sobre la laguna. Solo los barrios más recientes, nacidos durante el siglo anterior con la llegada de habitantes del desierto, presentan un plano más irregular y variopinto.
El río Pardo nace en las montañas Kiralizor y discurre por todo el norte de los Baldíos de Shabana hasta formar la laguna Minmara. Y allí, junto al lugar donde el cauce del río lanza sus aguas a la laguna, escorada al lado oeste, se encuentra la gran (y única) isla que forma el centro de la ciudad de Vindusan. Se encuentra conectada al continente mediante tres largos puentes de piedra cuidadosamente construidos por arquitectos élficos y fórmigos durante los primeros días de la ciudad y que forman también uno de los elementos más importantes en la defensa de la ciudad.
Aunque el agua del río Pardo es dulce, como la inmensa mayoría del agua en Voldor, esta se vuelve salada al alcanzar la laguna Minmara, formando la fuente de sal más grande e importante de todo el continente y siendo el origen de toda la prosperidad y riqueza de Vindusan. Esta extraña conversión del agua se debe a que su lecho es una descomunal salmuera gracias a las antiguas manipulaciones de terraformación de los Peregrinos, que transmite su salobridad al agua cuando las corrientes del río la golpean en su entrada a la laguna. Para poder disponer de agua dulce en la ciudad, los constructores edificaron cuatro canales que cruzan la ciudad de forma paralela entre sí y de norte a sur, abasteciendo a sus habitantes a través de un complejo sistema de acueductos que recogen el agua de la entrada del río antes de que se vuelva salada. Estos canales son cruzados por numerosos puentes a lo largo de toda la ciudad, y aunque no están pensados para ser navegables, sino para suministrar el agua a las distintas estructuras hidráulicas de la ciudad (como el alcantarillado), en ocasiones pueden usarse pequeños barcos para desplazarse rápidamente.
La desembocadura del río a la laguna es una de las piezas principales de la ciudad y, por eso, un grupo de geomantes expertos la estudia, mantiene y modifica continuamente para asegurarse de que en todo momento el agua fluye apropiadamente, sin rebasar los acueductos ni los puentes, y permitiendo así a las embarcaciones más grandes alcanzar el puerto de la ciudad o retomar el río en dirección norte sin problemas de calado.
Cultura
Vindusan es una ciudad llena de vida. Ya que los elfos no tienen la misma necesidad de dormir que el resto de razas de Voldor, los zocos, salones de juego, baños, casas de té, talleres y salones de música están abiertos durante prácticamente todo el día y toda la noche, lo que facilita también la vida de las demás razas, sean de hábitos diurnos o nocturnos. El único momento donde la ciudad suele detenerse es al mediodía, cuando Avor se encuentra en lo alto y la temperatura es la más alta de toda la jornada, momento más frecuente para que los Banjora realicen sus horas de trance y los fórmigos se retiren a la sombra. No obstante, otras razas como los venheli o algunos dracónidos suelen disfrutar de esas horas de sol, ocasionando que las calles nunca estén completamente vacías.
Los vindusinos son personas activas, que adoran pasar buena parte de su vida en las calles y terrazas, que detestan el aburrimiento y que parecen contagiados del ritmo frenético de una ciudad que nunca duerme. Para los viajeros y recién llegados, acostumbrados a horarios más ordinarios, la ciudad puede ser excitante gracias a su constante actividad o insoportablemente agobiante. La multitud de credos religiosos y la fuerza de los mismos entre la población provoca que en sus calles discurran, casi continuamente, procesiones y festejos religiosos de todo tipo, desde alegres marchas llenas de música y cantos hasta solemnes comitivas que portan reliquias en el más completo silencio.
Con respecto a la comida, la dieta básica de Vindusan está compuesta por trigo, arroz, maíz, fruta y, unas pocas veces a la semana, carne. Todo ello abundantemente condimentado con un extenso elenco de especias locales a cada cual más apetitosa y la tradicional miel vindusina, recogida por artesanos fórmigos. Los elfos Banjora realizan tres comidas al día, pero estas son frugales, ya que no necesitan comer o beber en la misma medida que otros pueblos, primando la calidad respecto a la cantidad. Por ello se esfuerzan para que todos sus platos sean sabrosos y combinen muchos sabores, tal vez demasiados para el paladar de otras razas. Como consecuencia, estas suelen tener problemas para comer adecuadamente, al menos hasta que se acostumbran a las tradiciones locales: el alimento es escaso y, por lo tanto, su precio es elevado respecto a otros lugares de Voldor. En cambio, los canales llevan las aguas del río Pardo a toda la ciudad, asegurándose de que nunca falta para beber y refrescarse en el interior de sus murallas.
Los elfos Banjora suelen vestir con túnicas, capas y velos teñidos de azul, blanco y verde cuyos tintes se mezclan con la piel del portador e inhibe la sudoración. Disfrutan exhibiendo tatuajes faciales, escarificaciones y piezas de acero y plata, generalmente en forma de anillos y collares con motivos solares o de otras religiones. Estos están generalmente fabricados por los hábiles menkarre, a los que tradicionalmente se ha instruido en orfebrería, y su valor sentimental puede llegar a ser muy alto para el ciudadano medio. En combate prefieren portar ropajes de cuero curtido remachados con metal, que no incordian a la hora de moverse o atacar y que no generan un excesivo calor durante las guardias. Aquellos elfos llegados del desierto o que desempeñan su trabajo en las arenas suelen distinguirse fácilmente por sus ropas parduzcas y su falta de elementos ostentosos a favor de otros más prácticos contra el sol. Mientras que los ropajes de todos los habitantes de la ciudad suelen ser frescos y vaporosos durante el día, las frías noches obligan en muchas ocasiones, especialmente en invierno, a vestir con pieles y telas gruesas para combatir las bajas temperaturas. En ese momento, la ciudad se llena también de hogueras y antorchas que iluminan y calientan los interiores de las casas, permitiendo a la mayoría vestir cómodamente mientras no se pase demasiado tiempo en la calle.
Por su parte, los fórmigos prefieren pasar las noches en la seguridad de sus túneles o en las construcciones cercanas, donde se relacionan entre ellos generando su propia comunidad dentro de la ciudad. Es también momento de celebración, pues aprovechan para cenar de manera comunal en grandes habitaciones o túneles y ensalzar sus aportaciones más recientes a la ciudad mediante su esfuerzo colectivo. No tienen problema en recibir miembros de otras razas en sus celebraciones, aunque consideran los momentos siguientes al anochecer como algo íntimo para ellos y el visitante puede sentirse fuera de lugar o apartado durante ese tiempo.
Los únicos momentos en los que toda la ciudad se paraliza tiene lugar durante las tormentas de arena, mucho más frecuentes en primavera que en el resto del año, y que obliga a todos los habitantes a permanecer en sus hogares o en los templos a la espera de que acabe. Aunque los muros protegen de una parte importante de las tormentas, la ciudad suele terminar cubierta de arena y los vientos pueden llevarse por delante casi cualquier cosa, incluyendo a personas, durante las tormentas más fuertes. De igual manera, todos los barcos deben volver de inmediato a puerto y ser asegurados con sumo cuidado para evitar que la flota sea diezmada.
Otra de las piezas más importantes de la cultura vindusina es el papel que desempeña la magia y los usuarios mágicos en la misma. Para sus habitantes y gobernadores, la magia tanto arcana como divina forma una parte esencial de la vida y, sin la ayuda de sus clérigos o de sus hechiceros y druidas, la ciudad no sería posible. El nacimiento de cada hechicero o la educación de cada mago son celebrados como una victoria comunitaria y sus poderes son vistos como una poderosa herramienta para mejorar la vida de todos. Es por ello que la magia puede verse abiertamente en sus calles, desde las adivinaciones de los oráculos hasta los conjuros vigorizantes sobre las plantaciones o los juegos de luces de los bardos, siempre tratadas con normalidad por la mayoría. No obstante, este sentimiento implica también un uso responsable de la misma, cayendo toda la fuerza de la justicia y el rechazo social contra cualquier conjurador que utilice sus poderes de manera imprudente o atentando contra los intereses de la ciudad. En esas ocasiones, los paladines e inquisidores de Praxis no dudan en apresar, juzgar y condenar, a veces con el destierro, a veces con la muerte, a cualquiera que crean merecedor de ello.
Gobierno
La sede del gobierno de Vindusan se encuentra en el Templo del Halcón Sol y recae, al menos teóricamente, sobre el líder supremo Varcassian, con el Consejo de las Grandes Casas como organismo consultor. Él es la «voz de Avor», quien interpreta la voluntad del Astro Rey y, por tanto, quien debe gobernar a los elfos libres. Desde la fundación de la ciudad ha sido la misma familia quien ha ocupado el puesto de líder supremo, pues el pueblo confía en ella y los nobles respetan su sabiduría. Su legitimidad se remonta a al momento en el que Farlessian fue aclamado por las tropas Banjora como su líder durante los primeros días del éxodo, y se consolidó cuando, a su muerte, fue su hijo quien optó al cargo y obtuvo la confianza de todos. Hace cinco años que Varcassian fue nombrado por las Cien Casas, esperando que el joven fuese tan apto como sus honorables predecesores. La ceremonia de proclamación se realizó en el mismo Templo del Halcón Sol ante todos los líderes de la ciudad que, al preguntar los sacerdotes de la Tríada a quién deseaban como líder, proclamaron su nombre. A día de hoy el gobierno del joven Banjora está siendo puesto en duda, y hay incluso quienes comentan en corrillos que las Cien Casas deberían ocupar el gobierno de Vindusan sin depender de su figura.
Esto se debe a que, en la práctica, es el Consejo de las Casas, y en particular los consejeros del líder supremo (que casi siempre forman parte de las mismas), quien gestiona el día a día, ya que el joven Varcassian debe atender numerosos rituales y ceremonias políticas y religiosas a lo largo de la jornada. Así, el Consejo de las Casas dispone de la máxima influencia, regulando no solo las leyes que ordenan la vida en la ciudad sino la política exterior de Vindusan y hasta el comercio de la sal. Las reuniones del Consejo de las Casas se realizan en las escaleras del Templo del Halcón Sol para que sean vistas por todos los vindusinos que se acerquen al lugar. En los últimos años las reuniones se han vuelto irritantes, con un tono cada vez más agresivo y desagradable que domina las discusiones sobre el futuro inmediato de la ciudad. Los desacuerdos entre las casas urbanitas y aquellas que moran en el desierto son cada vez más fuertes, y las tensiones con las naciones extranjeras son motivo de discusión constante.
Este Consejo de las Casas lo conforman los representantes de cada una de las Cien Casas, que rigen la mayor parte de la sociedad vindusina, así como los consejeros del líder supremo que deseen hablar o formar parte de la reunión. Por último, aunque no forma parte del protocolo, cualquier figura importante como puede ser un líder militar o religioso, un comerciante especialmente poderoso o un emisario extranjero, es gentilmente invitado a participar y sus aportaciones son tratadas con respeto y responsabilidad por todos. No es raro que los líderes aúnen sus esfuerzos frente a cualquier amenaza foránea o que disturbe la paz social en la ciudad.
Actualmente existen setenta y siete casas afincadas en Vindusan y veintitrés que viven en el desierto, manteniendo pequeñas delegaciones en la ciudad o desplazándose para participar en las reuniones. Esto genera muchas tensiones, ya que según pasan los años, la identidad y cultura de los Banjora del desierto difiere más y más respecto a la de los urbanitas. Durante siglos el líder supremo ha sido capaz de mantener unidos y en equilibrio a sus súbditos, pero el actual Varcassian es joven e inexperto en el gobierno y muchos dudan de él. Los Banjora del desierto llevan un lustro proponiendo al joven líder que delegue sus responsabilidades religiosas para que viva unos años entre ellos en las arenas para aprender del desierto, propuesta que siempre ha sido acallada por los voceros de las casas afincadas en Vindusan, lo que alimenta el discurso de los moradores del desierto sobre la corrupción y el abuso de poder sus rivales. Hasta el momento Varcassian se dedica a llamar a la paz, pero la tensión política va en aumento, y si fracasa en el liderazgo de Vindusan o demuestra ser tan débil como se cuenta en el desierto, estará en duda su papel como la «voz de Avor».
Las casas, por su parte, se gobiernan a sí mismas, aunque en realidad la mayoría de sus miembros viven vidas bastante libres y apartadas de la política. Solo en cuestiones realmente importantes, como es la amenaza de una guerra o un asesinato en el seno de la familia, actúan los líderes de las casas sobre sus miembros o el resto de la población. El liderazgo de las grandes casas es también hereditario, aunque los jefes que abusan de su autoridad suelen ser retados por sus parientes. Cuando esto sucede, la jefatura se disputa con una prueba escogida por el retado y, en los casos más graves, por el propio líder supremo. En este último caso es frecuente que el señor de la casa se retire del gobierno para iniciar un periodo de reflexión en algún templo o en el desierto.
Los diferentes cuerpos de seguridad de Vindusan tienen el orgullo de responder directamente ante el líder supremo, aunque muchas veces quienes desempeñan estas funciones son los propios consejeros u otros políticos designados expresamente para ello. En lo referente a la justicia, el líder supremo es su máximo representante y quien se encarga en última instancia de juzgar los asuntos más graves con la ayuda sus clérigos y paladines de confianza. Sin embargo, para los asuntos de justicia ordinaria, los habitantes de la ciudad suelen recurrir a las diferentes órdenes religiosas de la Trinidad, cuyos paladines se encargan de investigar y atrapar a los criminales.
Clima
El clima en Vindusan es extremo. Por el día, la temperatura puede llegar a superar los 120 grados Fahrenheit en las regiones centrales de Shabana y desplomarse hasta temperaturas de treinta grados Fahrenheit durante la noche. Apenas llueve a lo largo del año, y cuando sucede lo hace de forma torrencial durante muy poco tiempo. Estas lluvias provocan en los primeros momentos inundaciones y corrimientos de tierra, aunque posteriormente la tierra yerma florece, llenando los alrededores de Vindusan con flores de color amarillo. Para poder abastecerse de agua los elfos Banjora construyeron junto a los fórmigos una red de acueductos y sifones que recogen agua del río y la distribuyen por la ciudad, aunque la más apreciada es justamente aquella que cae durante las lluvias torrenciales, momento en el que los elfos Banjora salen a las calles para refrescarse en una fiesta espontánea.
Los inviernos son duros, con temperaturas altas por el día y noches gélidas, con abundantes rachas de viento capaces de derribar árboles y tenderetes. Las heladas también son comunes cuando los fríos vientos del norte penetran en los muros de Vindusan, y las rarísimas nevadas que cubren de blanco la ciudad dibujan un panorama extraño y hermoso. Por fortuna, esta estación es corta y da lugar rápidamente al largo verano, caluroso, húmedo y casi insoportablemente bochornoso en las lindes de la laguna. Tan insufribles llegan a ser tales condiciones ambientales que han obligado a los elfos a vivir prácticamente de noche, aprovechando la fresca sombra nocturna y del amanecer y descansando durante las horas del mediodía, donde por las calles únicamente se ve a los pocos venheli que habitan la ciudad.
Los Banjora suelen pasar varias horas refrescándose en los baños públicos o paseando en los jardines de palmeras de la ciudad. Los hay incluso que se atreven a bañarse en las aguas salinas que rodean la ciudad durante las últimas horas de la tarde. Durante el largo día del solsticio de verano las terrazas se llenan de elfos particularmente exaltados que meditan o debaten bajo los rayos del sol en una suerte de ordalía en la que Avor abrasa con sus rayos sus cuerpos. Muchos desfallecen, especialmente los más jóvenes, pero otros afirman que es la mejor forma de alcanzar la iluminación espiritual.
Otras razas, como los enanos o los fórmigos, no soportan con facilidad el duro clima vindusino y por ello suelen construir sus hogares bajo tierra, donde consumen grandes cantidades de refrescante cerveza enana o néctar destilado, aprovechan los baños subterráneos e intentan adaptarse a una vida parcialmente nocturna. La peor parte del clima la sufren los pobres e indigentes, que no pueden permitirse los lujos para sobrellevar con comodidad el calor y escasez de agua.
Son infames las grandes tormentas de arena y polvo que azotan periódicamente el territorio. Estas nacen de tormentas ordinarias que terminan generando enormes muros de viento de más de cincuenta millas por hora, hechas de electricidad y polvo que ciega los sentidos. Son capaces de arrastrar a los desafortunados, arrojándolos por los aires y quebrando sus cuerpos. Cuando los habitantes de Vindusan atisban en el horizonte una de estas peligrosas tormentas de arena se da la alarma con grandes campanas para alertar a todos los habitantes de la ciudad de que deben buscar refugio de inmediato. Algunos jóvenes guerreros suelen retarse los unos a los otros a exponerse el máximo tiempo posible a estos fenómenos atmosféricos, siendo los más valientes o resistentes bien vistos por los reclutadores de las distintas guardias del ejército de Vindusan.
Fauna y flora
Los elfos Banjora practican una agricultura intensiva notablemente eficaz gracias al uso de la magia como refuerzo, aunque la necesidad de no deteriorar su entorno provoca que en muchos casos resulte insuficiente para alimentar a toda la ciudad. También las granjas dedicadas al cultivo de té, cayena, chiles, pimienta y cilantro, por citar unas pocas, son muy exitosas y llenan el aire de la ciudad de muchos aromas. De las terrazas de las casas, torres y palacios de Vindusan penden jardines colgantes que llenan de verde, rosa, blanco y rojo la ciudad construida en roca amarilla.
El viajero que llega por primera vez a Vindusan suele quedarse sobrecogido por el abanico de colores y olores que asalta sus sentidos. Primero caminará por las tierras de labranza que rodean la ciudad, donde huele a tierra húmeda y roca caliente, especias picantes y cilantro fresco que provienen de campos verdes, blancos y amarillos. Luego, tras penetrar en la urbe, sus olores serán camuflados por el aroma de la comida especiada, la fragancia de las flores y el té hervido. Los colores se derraman de las terrazas como el agua de una cascada, convirtiendo una ciudad en mitad del desierto en un oasis. No es de extrañar que haya quien llame a Vindusan «El Jardín de Roca».
Los Banjora también crían fuertes caballos del desierto, pequeños y resistentes, de buena fama por todo el oeste de Voldor. Los criadores, que compiten con las tribus de Sananda, exponen con orgullo sus caballerizas y suelen realizar competidas y duras carreras por el desierto en las ocasiones importantes. Pero si hay un animal que destaque en Vindusan son los halcones, que son criados para servir como espías y mensajeros para la Guardia Azor, labores en las que destacan. De hecho, es tal el aprecio que hay en Vindusan hacia estas aves, que es un grave delito matarlas y forman parte del escudo de la ciudad. Por otro lado, debido a la infinidad de túneles subterráneos, en Vindusan hay una gran cantidad de ratas de tamaño considerable y notablemente agresivas, que son cazadas por los halcones y los famosos gatos del desierto. Estos felinos, del color de la arena, han demostrado ser depredadores exitosos pese a su pequeño tamaño.
La naturaleza se extiende en las tierras del norte y el este de la laguna, donde encontramos predadores únicos en el mundo, tales como cocodrilos salinos o condors acuáticos. Los flamencos son, junto a los halcones de Vindusan, la especie aviar más famosa de la laguna. Entre la vegetación del lugar, además de los espinillos, cuyo brillante color amarillo dio nombre a la ciudad siglo atrás, abundan los sauces llorones, gramíneas, los juncos en los que viven bandadas enteras de aves, chopos y numerosas plantas acuáticas. Alrededor de la laguna hay un perímetro fértil y verde de aproximadamente dos millas, pero más allá el desierto reina supremo y la vida solo florece alrededor del oasis, del que acequias y otros elementos hidráulicos extraen agua. Los monstruos abundan en las partes más profundas de la laguna, siendo los más temidos los basiliscos cristalinos, capaces de subirse a los barcos para atacar a los marineros y pescadores. Los marinos deben además cuidarse de los morfolitos salinos, que toman la forma de cúmulos de sal, los infectos khuul que descansan en cuevas submarinas antes de atacar en grupo, o los inmundos gric blancos, capaces de nadar a gran velocidad. Otras criaturas que podemos encontrar en las inmediaciones de la laguna son los ankheg y buletes, que esperan a sus presas bajo tierra por días antes de atacar con brutalidad. En ocasiones estas monstruosidades chocan por el territorio y, entonces, se libran sangrientas batallas.
Comercio
La principal actividad comercial de Vindusan es, por supuesto, la sal. Cientos de mercaderes de todos los lugares viajan cada mes hasta la ciudad para hacerse con ella. Su objetivo final es asistir a las subastas públicas que tienen lugar en la Casa de Subastas de Sal, donde podrán pujar por los limitados lotes salinos que los elfos ponen a la venta una vez por semana. Son las Cien Casas quienes organizan estas pujas de manera conjunta y a ellas puede acudir cualquiera con la suficiente capacidad económica para hacerse mínimo con un cofre. Por supuesto, solo se puede pagar mediante oro, ya sean monedas o lingotes. Cualquier otro pago es rechazado inmediatamente por el subastador.
Estas subastas son un objetivo muy codiciado para grupos de ladrones, quienes tratan de violar la seguridad de las casas o de la misma Casa de Subastas para hacerse con la preciosa sal y venderla en el mercado negro. Esto es un quebradero constante de cabeza para los guardias de la ciudad, que aplican una justicia implacable sobre estos criminales y para las Cien Casas, que no escatiman en recursos para proteger su tesoro blanco.
Son las diferentes casas quienes gestionan las salinas de Minmara por concesión del reino, proporcionando una quinta parte de lo obtenido en las subastas al gobierno de Vindusan, que lo dedica al mantenimiento de los templos, la compra de bienes extranjeros y a la diplomacia. La sal es una riqueza tan preciada que el propio gobierno destina muchos recursos a su seguridad, tanto en su producción (ya se ha hablado de la Guardia Azor) como a su transporte y almacenamiento. Todas las leyes relativas a la venta salina vienen marcadas por el líder supremo, y todo lo que está relacionado con ella tiene rango de asunto de estado. Hasta el último grano de sal obtenido en Vindusan debe ser vendido en la subasta o almacenado por las casas para futuras subastas. Es ilegal que las casas, las únicas que pueden extraer la sal, la compren o vendan sin pasar por las subastas oficiales, aunque algunas utilizan pocas cantidades para pequeños pagos por comodidad. Todo esto se debe, por un lado, para evitar posibles guerras económicas entre las casas que devalúen su precio o amenacen la paz social, aunque también para evitar que los enemigos del reino, en especial los elfos Bastarre, se hagan con sal en grandes cantidades con la posible finalidad de fabricar vítreo de xion.
Una vez que la sal ha llegado a los mercaderes son libres de venderla siempre y cuando no se sospeche que será entregada a los enemigos de la ciudad. Suele venderse en unidades de dos libras de sal pura, almacenada en pequeños cofres de madera con el símbolo del productor, cuyo precio suele rondar las 60 piezas de oro (30 po la libra de sal).
Otro importante recurso de Vindusan son sus especias. A las afueras de la ciudad encontramos grandes plantaciones que, mediante la magia, proporcionan cultivos todo el año. Los comerciantes zabarios, vadanios, víperos, hipótidos, mida, enanos e incluso sombríos intermediarios de los elfos Bastarre acuden a los zocos vindusinos para obtener pimienta, cayena, canela, azafrán, clavo, cardamomo o nuez moscada, solo por citar algunas. La especia se cuenta grano a grano ante la atenta vigilancia de agentes comerciales y del zabazoque de cada zoco, y se transporta en caravanas armadas. Se cuenta que el último envío de armas que los Rocasangrienta hicieron llegar a Vindusan, suficientes para organizar un regimiento de la Guardia Azor, se pagó con solo veinte sacos de pimienta.
La magia es por sí misma otro producto vindusino, pues los magos, clérigos, hechiceros y druidas de la urbe son libres de vender sus servicios al mejor postor. Igualmente, numerosas compañías de exploradores rastrean Vajra en busca de xion y artefactos de los Peregrinos que luego tratan de vender. El gobierno vindusino se toma muy en serio el control de este comercio, pues se teme que los enemigos del reino, como los Bastarre, se beneficien de estos saqueadores.
Vindusan carece de minas y de cultura del hierro, por lo que depende del comercio exterior para proveerse de armas, armaduras y útiles metálicos. El clan Rocasangrienta es el principal importador de esta clase de bienes, pues hace ya siglos que ganaron buena fama como mercaderes de confianza. Obtienen los productos en Kiralizor y los transportan en caravana o barco hasta sus puestos comerciales, donde los inspeccionan antes de mandarlos a sus contactos vindusinos. Además, unos pocos herreros se dedican a trabajar el hierro en la propia ciudad, utilizando barras férricas traídas desde las montañas. Aunque los artesanos menkarre son respetados entre los Banjora, se está poniendo de moda el utilizar bienes de manufactura enana, especialmente entre las familias más pudientes, con la subsiguiente caída de precios para la orfebrería local. Los fórmigos realizan artesanía de plata y oro para crear hermosos abalorios de estilo élfico y, así mismo, gestionan algunas de las mejores tenerías de Vindusan. Las canteras de la urbe también suelen ser explotadas por el pueblo hormiga, que es capaz de extraer enormes bloques de granito, mármol y caliza. Muchos de sus obreros son contratados para trabajar en las minas de sal de algunas de las grandes casas.
Aunque los Banjora requieren pocos alimentos para vivir, la ciudad es incapaz de producir todo lo necesario, sobre todo para las razas foráneas. Por ello, se han ido construyendo colonias y granjas a lo largo del río Pardo, donde sus aguas aún son dulces, para disminuir la dependencia del grano exterior. Los campesinos Banjora tienen vidas duras y sacrificadas, pues el territorio es en gran medida salvaje y las bestias, monstruos y bandidos moran por todo el lugar. También se ha expandido la cabaña ganadera, con grandes ranchos situados alrededor de los escasos pastos de la región. Actualmente la carne que se consume en Vindusan viene de las bestias del desierto, cabras, cíbolos de arena, camellos, peces de la laguna y gallinas. Los elfos del desierto visitan a menudo la urbe con la carne, el cuero y los huesos de sus presas, que intercambian por grano, hierro y servicios mágicos, especialmente con los llamados «hechiceros verdes», capaces de acelerar los ciclos de las plantas y su resistencia al calor.
Vindusan acuña su propia moneda, llamada avor, con un valor equivalente al azur y que se acepta por todo el oeste de Voldor. Así mismo, se suelen utilizar las cartas de crédito de los Rocasangrienta, las monedas de Kiralizor y las exóticas monedas de cerámica de los fórmigos. En los zocos el trueque es habitual, ya sea por bienes y servicios, y son tomados muy en serio.
Lenguajes
Vindusan es una ciudad cosmopolita que ejerce como nexo entre muchas y distintas culturas y, en consecuencia, en su interior se habla un amplio abanico de idiomas. La lengua más importante de Vindusan es el élfico. La lengua de los Banjora es similar a la de los Bastarre, pero, a diferencia que sus primos, han suprimido numerosos arcaísmos por extranjerismos del enano, el fórmigo y incluso el idioma de los hostiles saurios. Pese a todo, ambos pueblos se entienden sin problema al utilizar su lengua. El élfico es, por tanto, la lengua del día a día en Vindusan, así como de la vida militar y de la religión vindusina. Los recién llegados suelen preocuparse por aprenderlo lo más rápido posible de la mano de locales con ganas de ayudar, como sacerdotes o bardos.
La más expandida en número de hablantes es, cómo no, la lengua común. Esta fue desarrollada por los Peregrinos para que sus esclavos se pudiesen comunicar entre ellos. Funciona como lengua de comercio, pues aunque es fácil de aprender permite precisión y claridad a la hora de expresarse. En Vindusan solo los shabaudi hablan en su día a día el común, aunque con un dialecto propio que puede sonar ligeramente extraño al resto de usuarios.
El enano es la lengua de los Rocasangrienta, quienes la trajeron hace tres siglos desde las Kiralizor cuando abandonaron su salón ancestral para buscar un nuevo comienzo en Shabana. Aunque en un principio eran reticentes a enseñar su lengua a otros pueblos, pronto los intercambios comerciales y los pactos de amistad fueron abriendo la lengua enana a los extraños. Muchos mercaderes gustan de utilizarla para tratar con los Rocasangrienta, que consideran que el suyo es un idioma mucho más apropiado para los negocios. El enano vindusino es idéntico al de Kiralizor, aunque incluso los tozudos y conservadores enanos han terminado por absorber unos pocos préstamos del élfico.
Por su parte, el lenguaje fórmigo es una complejísima lengua llena de castañeos, silbidos, chasquidos y cloqueos que en Vindusan solo hablan los propios fórmigos y, con gran dificultad, unos pocos extranjeros. Resulta toda una experiencia entrar en un barrio fórmigo y oír de pronto docenas de conversaciones que suenan como una mezcla entre un concierto y una algarabía. Muchos menkarre hablan fórmigo, puesto que viven junto a los hombres hormiga en los barrios subterráneos, e incluso los hay que han sido criados por ellos.
Unos pocos vindusinos, principalmente veteranos de guerra o exploradores de la frontera, conocen también la lengua de los gnolls. Los largos años de conflicto con los hombres hiena ha provocado este curioso fenómeno, pues el primer paso para derrotar a un enemigo es entender lo que dice. En ciertos ambientes, como grupos de antiguos soldados o reuniones de amigos de la guerra, es frecuente oír animadas charlas en gnoll o incluso en saurio. Además, muchos veteranos obligan a los reclutas y noveles a aprender este idioma, pues en un futuro podría serles útil para conocer los planes de las tribus. Un colectivo ciertamente menor pero destacable son los comerciantes víperos, una comunidad pequeña y rica que sufre cierto ostracismo en Vindusan dado su reptiliano parentesco con los saurios.
El infernal es hablado solamente por los venheli y algunos sujetos aislados, en su peculiar dialecto. Una vez un famoso bardo la definió como una lengua oscura, gorgoteante y profunda, que en ocasiones provoca temor. Un mago vindusino comparó el infernal con el sonido de las gotas de sangre al formar estalagmitas color carmesí en una cueva en la que jamás había entrado la luz. Los venheli rara vez la hablan en público, salvo si es para amenazar o insultar, prefiriendo utilizar su idioma en la intimidad del hogar o en las reuniones religiosas. Por otro lado, los adoradores del Peregrino se preocupan por aprender la lengua de la raza de las estrellas, que es utilizada tanto en densos debates filosóficos como en complejos rituales religiosos. Lo que pocos saben es que los adoradores de Ahzek suelen tratar de aprender este idioma para blasfemar.
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