Quién habría dicho que la hija del sumo sacerdote del templo de Pélor en Rocfort fuera a unirse al ejercito. Y que además iba a acabar en una unidad de élite dirigida por el legendario Halcón.
Aun siendo algo peculiar, este salto de lo religioso a lo militar no fue considerado una deshonra ni mucho menos. No se podía negar que la joven Sogo tenía talento para el combate. Curiosamente, y a pesar de haberse criado en Rocfort no combatía blandiendo una espada, pues prefería sus propias manos. Sus poderosos puños enfundados en pesados guanteletes metálicos y su salvaje estilo de combate contrastan con su gentil y amable rostro.
Con apenas 18 años se alistó al ejército, pues tenía claro desde hacía mucho tiempo que eso era lo que quería hacer. Respetaba la veneración de Pélor, pero sabía que su lugar no se encontraba en un templo ni entre los libros.
Dos años después conoció a un recién llegado a las filas de La Patrulla conoció a un joven llamado Bastian, otro guerrero de gran habilidad con quien entrenar sí le suponía un reto, y rápidamente se hicieron íntimos. Hasta cumplir los 28 años, la vida de Sogo consistió en el cumplimiento de su deber militar por todo Rocfort. Empezó como guardia de bajo rango, para terminar capitaneando a otros soldados y a suponer una diferencia entre el fracaso y el éxito en misiones complicadas. En todo este tiempo, siempre agradecía a la fortuna el encontrarse por casualidad con Bastian, ya que no solían trabajar juntos. Siempre que esto pasaba, combatían entre ellos para medir sus fuerzas, y comprobar si por fin uno de ellos había superado al otro. En los 10 años que duró esta dinámica, todos sus combates quedaron en empate. Sogo sabía que Bastian tenía un interés romántico en ella, y no podía negar que la atracción era mutua, pero decidió no explorar sus propios sentimientos hacia él hasta llegar al culmen de su carrera militar, pues aspiraba a la grandeza.
Sin que nadie lo esperara, Halcón, la leyenda de Rocfort, regreso de su retiro autoimpuesto. Sogo fue escogida junto a su compañero Bastian para unirse a este mítico luchador, formando así un equipo especial llamado La Patrulla. Esta funcionó durante un año a lo largo y ancho de los Reinos Humanos, hasta que un día Bastian decidió marcharse.
Un año después de esto, los dos soldados se reencontraron tras la toma del castillo flotante de un gigante de las tormentas relacionado con la Guerra de la Madre Dragón por parte del nuevo grupo de Bastian. Combatieron juntos contra un dragón que habitaba en sus profundidades, y volvieron a despedirse pues la situación era apremiante. De nuevo pasó otro año sin saber nada del paladín, sin embargo un día de pronto, Bastian regresó, mucho más curtido tras innumerables e imposibles batallas, y presentando inesperados rasgos élficos.
El paladín abrió su corazón ante su vieja amiga. Le habló de todo por lo que había pasado, de su miedo a perderla tras haber actuado de forma tan egoísta, y de como su búsqueda de venganza había consumido demasiado tiempo, tiempo que debería haber pasado con sus seres queridos. Sogo se mostró comprensiva y prometió perdonarle cuando compensara todo ese tiempo en el que había estado desaparecido, empezando por una cita esa misma noche.