Rulink nació como elfo pálido en una familia de elfos comunes. Su madre Ellua no soportaba la idea de que su hijo sufriera discriminación por su aspecto o de deshacerse de él por la opinión de otros elfos sobre la pureza de su linaje, por lo que decidió cuidarlo en secreto. Intentaba darle la mejor vida posible dentro de su clausura. Como era un niño le dijeron que su aspecto se debía a que había nacido con una fuerte alergia al Sol, y que tampoco podía exponerse demasiado a la luz de las estrellas, concretamente a la más brillante: Armai. Con esta excusa conseguían que Rulink tan solo pudiera salir por la noche y sin alejarse mucho. Tenían la suerte de vivir alejados del resto de sus vecinos y puesto que la noche era oscura y Rulink iba con una capucha, era casi imposible que el niño fuera reconocido como elfo pálido. Ellua solía dormir por las tardes largas horas para aprovechar al máximo los momentos por la noche con su hijo. A Rulink le gustaba capturar luciérnagas lunares para luego liberarlas. Extrañamente se le daba bien, a veces daba la impresión de que ellas iban en su dirección, como si intentaran comunicarse con él. Le encantaba porque decía que eran luces que podía tocar. Otras noches las pasaba simplemente contemplando las estrellas, desafiante. De alguna forma quería demostrar que estas no eran suficientemente poderosas como para poder con él, y que algún día podría pasear bajo el Sol sin problema.
Por otro lado, su padre Afir, trabajaba prácticamente sin descanso. Ellua solía decir a Rulink que trabajaba tanto porque estaba ahorrando para conseguir un caro tratamiento médico. Pero realmente lo que intentaba era conseguir el suficiente dinero como para poder comenzar una nueva vida fuera del Imperio Élfico, y poder dar a Rulink la vida que se merecía.
Cuando Rulink alcanzó los 13 años, sus padres le dieron la noticia de que se mudarían. Metieron todo lo indispensable, a falta de un segundo viaje, dentro de la carreta de comerciante que poseían. Escondieron a Rulink dentro de una caja de madera cubierta por mantas y pusieron rumbo a su nuevo hogar llenos de esperanza. Desgraciadamente había algo que con lo que sus padres no contaron.
Era media noche y conducían una carreta aparentemente de comercio. Sin protección. Era bastante suculenta para los bandidos que merodeaban esa zona, y por ello a mitad de su viaje, aun en el imperio, la carreta fue atacada. Ellua pidió a los bandidos que se lo llevaran todo si querían, que no iban a oponer resistencia, pero que por favor respetaran la caja que estaba tapada con una manta, ya que no contenía nada de valor. Nada despertó más la curiosidad de los bandidos que esas palabras, y a pesar de los intentos de auxilio de su madre, abrieron la caja. En ese instante, Rulink salió corriendo de ella antes de que pudieran reaccionar y evitarlo. Tras eso, Ellua entró en pánico temiendo por la vida de su hijo, y uno de los bandidos dijo "Hay que matar a esa zorra, no para de gritar". Rulink pudo escucharlo mientras corría de forma desesperada, y por fortuna se encontró con un guardia en el camino. Le suplicó que le ayudara, y gracias a su llegada los bandidos fueron ahuyentados. Por desgracia, para entonces sus padres yacían muertos. El guardia se "apiadó" del niño, y en lugar de abandonarlo, se aseguró de que entrara en un orfanato de elfos pálidos.
Rulink, entró al orfanato con 13 años, y allí pudo hacer un amigo por primera vez, su compañero de habitación-celda. No tenía nombre, solo un número. Tenía 8 años pero llevaba toda la vida viviendo en ese orfanato, lo que le dotaba de unas experiencias que le hacían parecer mayor. Este srenia le contó que había sido abandonado nada más nacer, y le enseñó las claves para que aquel lugar no fuera como el peor de los infiernos, tan solo uno malo a secas. Rulink pasaba horas contándole a su amigo cómo era tener una familia, cómo era sentirse querido y seguro en un hogar. Él le escuchaba atónito, soñando con la idea de tener una familia propia como si de un cuento de fantasía se tratara. Al poco tiempo, Rulink decidió que tenía que apodar a su compañero de alguna forma que no fuera un simple número, y por ello le llamó Mark, porque le recordaba al protagonista de una historia que solía leerle su madre. Era valiente e inteligente, y utilizaba los recursos de los que disponía para tener la mejor vida posible. Rulink admiraba mucho a Mark.
No todo en este momento de la vida de Rulink consistía en la amistad con Mark. Durante los 10 años que estuvo en ese orfanato, el joven elfo sufrió la peor experiencia de su vida, y estuvo a punto de morir varias veces. En alguna ocasión Mark le salvó la vida. Lo único que le mantenía cuerdo lejos de su antigua vida en libertad era poder pasar horas hablando con su amigo, quien se estaba convirtiendo en alguien imprescindible para él. Hacían juntos planes de fuga y soñaban con vivir juntos cuando consiguieran salir, en un lugar donde nadie les juzgara por ser como eran.
Teniendo Rulink 23 años y Mark 18, decidieron llevar a cabo el mejor plan de fuga que habían elaborado hasta el momento, pero algo salió mal. En el último momento, cuando Rulink ya había atravesado las defensas del orfanato, Mark no pudo seguirle. Le acertaron con un conjuro de inmovilización desde lo alto de una torre. Rulink intentó arrastrarlo con él, pero Mark sabía que a ese ritmo los iban a alcanzar, así que obligó a Rulink a que le dejara. Rulink se negó, pero Mark le dijo que jamás se perdonaría que uno de los dos no pudiera escapar. "Vete, te prometo que saldré pronto de aquí, vuelve con tu familia". Rulink le dijo "Prometo que volveré a salvarte, mientras toma mi collar" y se fue corriendo, con la certeza de que conseguiría volver a por Mark.
Cuando llegó a lo que consideró un lugar seguro, Rulink puso rumbo con sumo cuidado a casa de sus padres. Al llegar la encontró completamente vacía, no quedaba nada de lo que la convertía en su antiguo hogar. Pensó en dirigirse a un lugar concreto, un escondite situado tras una pared falsa en un armario donde a veces se escondía. Para sorpresa para el elfo, allí encontró una pequeña caja y una nota. La nota contenía una disculpa y una explicación de su mudanza. También encontró un collar, que decían que debían ocultar para salir del Imperio Élfico.
Una vez se quedó sin rumbo se puso a pensar en dónde podría ir ahora. Entonces recordó que leyó en un libro sobre que en el bosque vivían unos elfos que rechazaban la cultura y los estigmas de la sociedad imperial. No parecía la mejor opción, pero no tenía otra.
Tras un largo viaje, consiguió entrar al bosque, traspasando una zona más espesa encontró un guardia silvano. El joven Rulink explicó su situación como pudo. El guardia analizó que era una amenaza nula y al ver que claramente no mentía, lo llevó al pueblo para consultar qué podían hacer. Una vez allí y tras pasar por diferentes pruebas (conjuros de verdad, para conocer alineamiento, etc) le permitieron unirse al bosque. Rulink no se lo pensó.
Poco tiempo después se volvió íntimo amigo del hijo de la familia Yánaster, que también era un elfo pálido. Fue una amistad que le duró 15 años, pues este joven srenia falleció en manos de un guiverno enviado por un miembro del culto de dragón. Tras ese accidente, Rulink quedó huerfano de nuevo, y tanto la familia Yánaster como Rulink encontraron lo que necesitaban el uno en el otro, por lo que lo criaron como si de un hijo se tratara.
Rulink quiso conocer más y seguir aprendiendo. Por lo que se formó en primer lugar como guerrero, llegando a ser un gran y poderoso soldado, Ccpitán en muchas batallas contra las Manchas de Ceniza. Tras esto, quiso formarse mejor en la diplomacia para aumentar las fronteras y los aliados del bosque. Rulink quería devolver el favor a su familia Yánaster y a todo el bosque por darle esta segunda vida.
Hace poco Rulink creó en el bosque la categoría de embajador y ha vagado por diferentes ciudades buscando crear nuevas embajadas en pueblos cercanos que ayuden con los asuntos del bosque y en la defensa de amenazas del bosque. También se encarga de relacionarse con altos cargos de otras civilizaciones para agilizar lo que antes era un proceso muy unilateral.
Actualmente Rulink es reconocido en gran parte del mundo y tiene en su mano un importante misión.