La civilización es debilidad y la brutalidad es fuerza, según el credo de Bafomet, el Rey Astado y Príncipe de las Bestias. Le adoran aquellos que quieren romper los confines de la civilidad y dar rienda suelta a su naturaleza bestial, pues Bafomet concibe un mundo sin restricciones, donde las criaturas viven sus deseos más sanguinarios.

Los cultos dedicados a Bafomet utilizan laberintos y nudos complejos como emblemas. Crean lugares secretos para complacerse, incluidos laberintos del tipo que prefiere su maestro. Coronas manchadas de sangre y armas de hierro y latón decoran sus altares profanos.

Con el tiempo, un sectario de Bafomet se ve contaminado por su influencia y adquiere ojos inyectados en sangre y pelo grueso y áspero. De la frente del sectario acaban brotando pequeños cuernos. Con el tiempo, un devoto puede transformarse por completo en un Minotauro, considerado el mayor don del Príncipe de las Bestias.

Bafomet se presenta como un temible minotauro de 6 metros de altura con seis cuernos de hierro. En sus ojos rojos arde una luz demoníaca. Aunque está lleno de una sed de sangre bestial, alberga en su interior un intelecto cruel y astuto dedicado a subvertir toda civilización.