1. Races

Tiefling

Humanoide

Ser recibido con miradas y susurros, ser víctima de la violencia y los insultos por la calle, observar desconfianza y miedo en todos los rostros; este es el destino de los Tiflins, o Tieflings. Y, para añadir sal a la herida, saben que esto se debe a un pacto, sellado en tiempos inmemoriales, que impregnó su linaje con la esencia de Asmodeo, amo de Baator. La apariencia y naturaleza de los tieflings no son culpa suya, sino de un pecado ancestral, por el que tanto ellos como su descendencia deberán responder para siempre.

Los tieflings descienden de Humanos y, en el sentido más amplio posible, aún tienen aspecto humanoide. Sin embargo, su legado infernal ha marcado su apariencia. Poseen largos cuernos, que adoptan una gran variedad de formas: algunos son enroscados, como los de una cabra, mientras que otros son altos y rectos, como los de una gacela, o describen curvas ascendentes, como los de un antílope. También tienen largas colas de hasta cuatro o cinco pies de largo, que agitan o esconden entre las piernas cuando se enfadan o se ponen nerviosos. Sus caninos son muy afilados, y sus ojos no poseen pupila o esclerótica apreciable, siendo de un único color uniforme: negro, rojo, blanco, plata u oro, entre otros. Su piel puede ser de cualquiera de los colores propios de los humanos, pero también de varias tonalidades de rojo. En lo que a su cabello respecta, este nace tras sus cuernos y suele ser oscuro: negro, marrón, rojo, azul o púrpura.

Dado que carecen de una tierra natal, los tieflings son conscientes de que tienen que forjar su propio camino y saben que deben ser fuertes si quieren sobrevivir. Recelan del primero que afirma ser su amigo, pero cuando los compañeros de un tiefling demuestran ser dignos de su confianza, este no duda en entregársela. Cuando un tiefling ofrece su lealtad, se convierte en un amigo fiel y en un aliado de por vida.

Tras convivir con la suspicacia durante su juventud, la mayor parte de los tieflings desarrollan la habilidad para superar los prejuicios del resto de las personas mediante el encanto o la intimidación.