Caminando entre dos mundos, pero sin pertenecer realmente a ninguno de ellos, los semielfos combinan las que, según algunos, son las mejores cualidades de sus padres elfos y humanos: la curiosidad, inventiva y ambición de estos últimos, aunque moderadas por los sentidos refinados, amor por la naturaleza y gusto por el arte de los primeros. Ciertos semielfos viven entre los humanos, pero separados por sus diferencias físicas y emocionales, pues ven cómo sus amigos y seres queridos envejecen mientras que a ellos el tiempo no parece afectarles. Otros conviven con los elfos, sintiéndose inquietos al llegar a la edad adulta en los atemporales reinos élficos, mientras sus compañeros siguen viviendo como niños. Muchos semielfos, incapaces de encajar en ninguna de estas dos sociedades, eligen llevar vidas errantes, ya sea en solitario o con otros inadaptados o marginados, formando grupos de aventureros.
Los semielfos maduran al mismo ritmo que los humanos y alcanzan la edad adulta en torno a los 20 años. No obstante, viven mucho más que los humanos, superando a veces los 180 años.