Pampun es un joven ogro, de cuerpo fuerte y mente débil, que pertenecía a una tribu de ogros nómadas. Desde pequeño siempre mostró una especial habilidad para meterse en problemas, pero claro, siempre salía ganando dada su fortaleza ogresca. Un día, se despistó más que de costumbre persiguiendo algún que otro animal, perdiéndose durante horas, y cuando volvió, toda su tribu se había ido. Eso pensaba él. En realidad su familia había aprovechado la oportunidad para irse ya que, con lo estúpido que era, sólo causaba problemas.
Pampun ni se inmutó. Cuando volvió a su asentamiento, enseguida se despistó de nuevo. Pasó algún tiempo sólo viviendo el momento y lo que la vida le ofrecía, sin grandes pensamientos. Sin embargo, eso no le llenaba el estómago, y por mucha fuerza que tuviera... no era nada diestro cazando. Así fue como conoció a Oglock, el caudillo kobold, que, en sus ansias de gobernar, encontró en Pampun un fuerte aliado y ejecutor de sus órdenes. Al principio Pampun no le tomó en serio, sin embargo, ese kobold sí que sabía cazar. Cuando hacía lo que le decía, las presas caían siempre, así que decidió hacerle caso y aliarse.
Al tiempo juntos, conocieron a Petardo, el gorro rojo hechicero, y Mark, el hombre pez dracoguardián, haciéndose un selecto grupo de caóticas monstruosidades. Estando en el bosque, fueron reclutados por un espantapájaros viviente que los mandó sin permiso a un mundo de fantasía lleno de setas diminutas que, al comértelas, te provocaban efectos extraños.
Acudieron al palacio del rey, donde demostraron su valía reventando a una zanahoria inútil que ni siquiera sabía bien. Una vez dentro, y pensando el rey que estaban de su lado, decidieron salvar al Bardo creador de todo ese mundo, y, de paso, reventar el castillo entero, rey, reina y golem de chuches incluidos. Al volver, entre aclamaciones setiles y algún que otro humo de porro, decidieron ir a matar a la bestia. Una vez en la ciénaga, casi deciden unirse a ella, que no era más que una víctima de la pluma de ese bardo. Sin embargo, se enfrentaron a ella mientras que Pampun, tentando a la suerte de las setas, era transformado en un gigantesco y brillante girasol.
El cuento se acabó, la pluma en manos de Oglock cayó, y el bardo, en un lindo amiguito y esclavo, se convirtió.