Los dragones blancos son los más pequeños, menos inteligentes y más bestiales de todos los dragones cromáticos. Viven en lugares con climas fríos, y prefieren las regiones árticas y las montañas nevadas. Son reptiles feroces y crueles, motivados por el hambre y la codicia.

Los dragones blancos tienen ojos salvajes, un semblante elegante y una cresta con púas. Las escamas de una cría de dragón blanco son de un blanco puro y brillante. A medida que envejece, este brillo desaparece y algunas escamas empiezan a oscurecerse, de tal manera que, cuando son ancianos, se pueden encontrar zonas de azul pálido o gris claro en su cuerpo. Estos colores permiten al dragón camuflarse en las tierras heladas y rocosas en las que cazan, y desaparecer de la vista cuando planea en los cielos nubosos.

Primitivos y vengativos

Estos dragones carecen de la astucia o de las tácticas del resto de dragones. Sin embargo, su naturaleza bestial les convierte en los mejores cazadores de todas las razas dracónicas, ya que están especialmente centrados en la supervivencia y en matar a sus enemigos. Los dragones blancos solo consumen comida que haya sido congelada previamente, devorando a las criaturas que murieron por su ataque de aliento mientras siguen rígidas y heladas. Cubren de hielo a otras presas o las entierran en la nieve cerca de su cubil, así que encontrar este tipo de fresqueras es un signo de que un dragón blanco tiene su guarida en las proximidades.

Los dragones blancos conservan también los cuerpos de los rivales más duros como trofeos, congelándolos en lugares donde puedan verlos con facilidad y deleitarse en ello. Los restos de gigantes, remorhaz y otros dragones suelen ser colocados en lugares prominentes en la guarida de estos dragones para advertir a los intrusos.

Aunque son moderadamente inteligentes, estos dragones tienen una memoria excelente. Recuerdan con exactitud cualquier afrenta o derrota, y se sabe que se han vengado maliciosamente de criaturas que les han ofendido, incluyendo a los dragones de plata con los que comparten hábitat. Los dragones blancos son capaces de hablar, igual que el resto de dragones, pero no suelen hacerlo salvo que se les incite a ello.

Maestros solitarios

Los dragones blancos evitan a cualquier otro dragón, salvo a miembros del sexo opuesto. Incluso en los momentos en los que buscan alguien con quien aparearse, se mantienen juntos tan solo el tiempo necesario para engendrar descendencia, para después retirarse de nuevo a su vida solitaria.

Estos dragones no pueden tolerar que haya rivales cerca de sus guaridas. Es por esto que atacan a otras criaturas sin que haya habido una provocación previa, simplemente por considerarlas demasiado débiles o demasiado poderosas para vivir. Los únicos seres que sirven normalmente a los dragones blancos son colectivos de humanoides inteligentes que muestran la suficiente fuerza como para aplacar la ira del dragón y pueden permitirse perder miembros con asiduidad para alimentarlo. Esto incluye a los kobolds que se encuentran comúnmente en sus guaridas adorándolos.

Una criatura poderosa puede conseguir a veces que un dragón blanco le obedezca mediante una demostración de poder físico o mágico. Los gigantes de la escarcha desafían a los dragones blancos para poner a prueba su fuerza y mejorar su estatus dentro de su clan, razón por la cual los huesos destrozados de muchos de ellos adornan varias guaridas de dragón. Sin embargo, los dragones derrotados por estos gigantes se suelen convertir en sus sirvientes, aceptando el dominio de una criatura superior a cambio de mostrar su propio poder sobre el resto de criaturas que sirven o se oponen al gigante.

Tesoro bajo hielo

Los dragones blancos aman el frío brillo del hielo, por lo que prefieren los tesoros que compartan esa cualidad, como los diamantes. Sin embargo, en estos climas árticos y remotos, los tesoros de un dragón blanco suelen contener colmillos de mamut o de león marino, marfil, esculturas hechas con hueso de ballena, mascarones de proa, pieles y objetos mágicos arrebatados a los aventureros demasiado arrojados.

Suele haber algunas monedas sueltas y piedras preciosas esparcidas en la guarida de estos dragones, brillando como estrellas bañadas por la luz. Los tesoros y cofres más grandes están recubiertos de capas de escarcha producida por su aliento, de modo que grandes capas de hielo transparente los protegen. La fuerza de estos dragones les permite acceder a sus tesoros con facilidad, mientras que las criaturas inferiores deben gastar horas picando o derritiendo el hielo para llegar al tesoro principal.

La perfecta memoria de estos dragones implica que saben con exactitud cómo consiguieron cada moneda, gema y objeto mágico de su tesoro, ya que los asocian a alguna victoria en particular. Estas criaturas son particularmente difíciles de sobornar debido a que cualquier oferta les parece un insulto a su capacidad para, simplemente, asesinar a la criatura y apropiarse del tesoro.