Manesu nunca tuvo la intención real de convertirse en Junshin: creció inmerso en la cultura de los Escorpión como la mayoría de los demás miembros de su Clan, pasando un tiempo de niño como "ronin" en los años posteriores al Golpe del Clan Escorpión y luego exiliándose con el resto de los Escorpión a las Arenas Ardientes poco después de su gempukku. Sin embargo, cuando regresó, tras pasar un tiempo como esclavo y luego como luchador por la libertad, descubrió que un extraño sentido de la justicia se había abierto camino en su corazón: descubrió que las acciones de sus compañeros Escorpión, sus crueldades casuales y su insensible desprecio por las consecuencias de sus actos para los demás, le recordaban demasiado a los captores Senpet que les habían golpeado a él y a su familia en sus minas. Ya no podía limitarse a cerrar los ojos ante el dolor que los Escorpión causaban a los demás en el desempeño de sus turbias funciones. El punto de crisis llegó cuando descubrió que su padre, el hombre por el que Manesu había recibido una estocada de espada durante la revuelta que les liberó del cautiverio Senpet, estaba malversando fondos del Clan Escorpión e inculpando a otro samurái, un enemigo político, por el acto. Descubrió que no podía quedarse de brazos cruzados y aportó el testimonio que provocó el seppuku de su padre. Cuando la hoja cortó la cabeza de su padre, sintió cómo se consumaba su maldición Yogo y lloró de vergüenza.
Esa acción, sin embargo, llamó la atención de Bayushi Kimetiko, que lo aceptó como su yoriki hace dos años y medio. En ella ha encontrado un modelo a seguir, alguien que aparentemente ha logrado equilibrar el bushido con el deber hacia el Clan de los Secretos. También ha encontrado algo más en ella, algo que ha llenado su corazón de desesperada esperanza. Hasta ahora, ella no ha dado muestras de interés por él, pero Yogo Manesu aprendió a ser paciente en las minas de Senpet. Cree que al final estarán juntos.