El hogar del Grambachmalak es una empinada colina coronada por un anillo de piedras de tamaño variado, colocadas en un círculo de cincuenta pies de diámetro. La colina se encuentra agujereada, llena de túneles a modo de madriguera donde los druidas y sus aprendices tienen sus austeras moradas.
Aunque a simple vista parece una colina normal y corriente, un observador avispado pronto repara en una leve vibración que sacude el lugar de manera rítmica, como una profunda respiración bajo tierra. Esto se debe a que la inmensa colina es en verdad Droramum, un colosal elemental de tierra cuyo cuerpo acoge las estancias de los druidas y porta sobre él una inmensa corona de piedra. Sobre su lomo crecen árboles frutales y arbustos de bayas que alimentan a sus moradores y en sus hendiduras se almacena el agua de la lluvia para saciarse.
Esta majestuosa criatura sirve al archidruida con total devoción, pues respeta un pacto realizado hace siglos por los primeros druidas orcos y espera pacientemente a recibir su cobro, cuyos detalles se han perdido en el tiempo. Droramum es capaz de desplazarse por la tierra sin alterarla, por lo que el Grambachmalak se mueve de un lugar a otro siguiendo los caprichos del elemental. Por suerte para los orcos, solo cambia su ubicación una vez cada varias décadas y cualquier druida que pertenezca al círculo conoce su posición gracias al vínculo que los une.
Este enorme ser no es la única defensa con la que cuenta el lugar, pues cuando se establece en un lugar crece a su alrededor un enorme muro de zarzas y plantas estranguladoras hasta alcanzar una veintena de pies de altura. Cualquier desgraciado que ose tratar de cruzarlo es atrapado por la vegetación, que parte y arranca sus extremidades y drena su sangre con cientos de espinas. Solo en las noches de luna llena este muro se abre para permitir el acceso a quienes buscan la sabiduría de los druidas orcos.
La muerte no es el fin del servicio de un druida al Círculo. Cuando notan que la muerte está cerca, los ancianos druidas se arrojan al muro vegetal para que sus cuerpos físicos sean reducidos y sus almas sirvan de alimento para las plantas que lo forman, renovando su fuerza y haciéndolo crecer aún más denso y florido.