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Asentamientos relevantes: Kashnagg (ciudad grande), Tharmetharan (círculo druídico)
Personalidades relevantes: El Círculo de Grambachmalak
Razas: 71 % orcos, 16 % humanos, 5 % semielfos, 5 % semiorcos, 2 % enanos, 1 % otros
Religiones mayoritarias: Espiritus del mundo natural, culto a la Madre Abundante, La Metamorfosis de Dekantae

En la zona más al norte del Bosque de Ámbar, donde la foresta se junta con las inmensas cordilleras Kiralizor y Zirilaz, existen grandes llanuras que se conocen como las tierras boreales, hogar de los orcos que se asentaron en ellas hace siglos.

Esta inmensa región es un lugar carente de relieve, donde explanadas sin fin discurren desde el corazón del bosque hasta las faldas de las montañas. Estas tierras se encuentran cubiertas de grandes árboles con copas piramidales, hojas perennes en forma de aguja en cuyas ramas anidan grandes aves y entre cuyas raíces excavan sus madrigueras pequeños mamíferos de albo pelaje. Aunque no son muy comunes, es posible encontrar grupos de grandes mamíferos, como alces y osos, que hibernan durante los meses más gélidos.

Las constantes precipitaciones, intensas ventiscas en los largos inviernos y livianas nevadas en los tres meses que dura el verano, forman ríos que descienden desde las montañas ensanchándose a medida que discurren por las llanuras. Estos ríos son tranquilos y navegables, aunque cualquiera que caiga en sus aguas corre el peligro de morir de frío o golpearse con los trozos de hielo que flotan en ellas.

En un entorno tan castigado por el clima la vida es dura y solo aquellos que han aprendido a sobrevivir a sus peligros pueden prosperar. Las tierras permanecen vírgenes, pues nadie ha explotado el hierro y las piedras preciosas de sus profundidades. Aunque sus tierras son ricas, más lo son sus árboles, pues su resina ha formado durante siglos el ámbar que ha dado nombre a la región.


Historia de la región

Las Tierras Boreales son un lugar salvaje y duro, donde apenas habitan los pueblos civilizados y el clima golpea con fuerza a quienes se arriesgan a levantar un asentamiento. Siglos antes de que los Peregrinos interfirieran en el desarrollo de Voldor, pueblos primitivos sobrevivían en estas gélidas tierras. La joven civilización de Lok vivía en cuevas excavadas con sus largas lenguas en zonas cercanas a ríos donde depositaban sus huevos en cada ciclo. En sus profundas cuevas extraían paladio, un metal preciado que empleaban para hacer sencillas efigies.

La llegada de los dragones causada por los Peregrinos trajo el fin de este pueblo, arrasado por la gran sierpe Tussisnar para arrebatarles el preciado paladio. En estos antiguos bosques también habitaron grandes dragones blancos que alimentaban a sus crías con los mamíferos de la región y decoraban sus grutas con el ámbar formado por la resina de los árboles.

Durante la época en la que los Peregrinos gobernaban Voldor, Sathnamil nunca prestó demasiada atención a esta norteña región. A diferencia de otras partes del continente, donde los Peregrinos alteraron la vida vegetal para atarla a sus deseos, los árboles de las Tierras boreales ya estaban aquí cuando ellos llegaron.

Cuando Sathnamil tomó posesión del lugar se sorprendió de encontrar tantas formaciones de ámbar y comenzó junto a sus aprendices a recoger muestras de este material y emplearlo para concentrar poder arcano y crear nuevos encantamientos. Aunque los avances no tardaron en surgir, su rendimiento era claramente inferior al vítreo de xíon y la investigación no tardó en ser desechada. Por si algún día cambiaba de opinión, Sathnamil mantuvo el bosque bien cuidado hasta que tuvo lugar la marcha de los Peregrinos.

Tras las guerras ocurridas en las montañas entre enanos y orcos, decenas de clanes orcos huyeron al Bosque de Ámbar y, temerosos de un conflicto con los pueblos humanos del sur, se asentaron en estas tierras tan al norte. Acostumbrados a las gélidas cumbres montañosas, el clima de este lugar les pareció tranquilo y apetecible.

Sin embargo, los primeros años fueron duros para los clanes orcos. Fueron depredados por los grandes mamíferos del bosque, así como las peligrosas aberraciones de Sathnamil, y no contaban con el conocimiento ni la experiencia necesaria para conseguir recursos en un lugar tan distinto de las montañas. Por si no fuera suficiente, el miedo a nuevos conflictos similares a la guerra con los enanos hizo a los clanes orcos evasivos, huyendo de los pueblos humanos y élficos asentados al sur.

En los primeros siglos tras el Gran Éxodo, las tierras boreales no eran tan frías como en la actualidad, disfrutando de veranos algo más largos y templados. En dicha época los clanes orcos decidieron no asentarse en un único lugar, migrando cada clan con el paso de las estaciones buscando lugares de pasto para su ganado y zonas de caza.

El encuentro del jefe Taggmorg con la dragona verde Sulzebor en el año 4024 comenzó una revolución, tanto social como espiritual, de los pueblos orcos. El conocimiento entregado por la dragona sobre la fauna y la flora de la región les permitió adaptarse mejor, lo que provocó una época de gran esplendor en los clanes orcos de las Tierras Boreales. Durante este periodo se crea el Grambachmalak, un círculo druídico asentado en los territorios más al sur, donde los líderes orcos se juntan buscando la sabiduría de sus chamanes.

Este aumento de la natalidad y las riquezas se detuvo durante el Lustro Géido, que comenzó en el año 4196. El descenso de las temperaturas y la reducción del verano se mantendrá a perpetuidad desde este momento, provocando una limitación en los recursos del pueblo orco. Aunque su calidad de vida se mantiene estable, sus perspectivas de crecer en número se reducen notablemente.

Durante los siglos posteriores, las Tierras Boreales se han mantenido ajenas al resto de Voldor, manteniéndose tan frías y salvajes como siempre. Esta paz y equilibrio de la naturaleza no se han visto alterados hasta hace pocos años, cuando la guerra entre los grandes trasgos de Sagar, Mirianis y Arania trajo el conflicto a territorio orco. Necesitados de grandes cantidades de mineral de hierro para su maquinaria bélica, los grandes trasgos se han aventurado en las Tierras Boreales para esquilmar sus recursos.

El daño que provocan a la tierra, pues perforan el suelo con avaricia y alteran la vida a su alrededor con la corrupción del xion, ha forzado al Grambachmalak a aunar guerreros de todos los clanes orcos y defender sus tierras sagradas de la profanación de Sagar. Por ello, la mayoría de los clanes ha migrado al norte, lejos del conflicto.


Cultura y sociedad de los clanes orcos

Divididos en decenas de clanes a lo largo de un territorio inmenso, es difícil conocer con exactitud cómo de grande es la población orca en las Tierras Boreales. El tamaño de cada clan puede ser muy variado, desde unas pocas familias que comparten su vida hasta grandes agrupaciones formadas por cientos de individuos.

Todos los clanes son independientes del resto, eligiendo sus propios terrenos de caza, aunque no es raro que dos clanes se unan si su número se ve muy reducido o si se prevé un invierno duro. En otras ocasiones, más raras aún, un clan decide que es demasiado grande y que su caza va a provocar un desequilibrio en la naturaleza, por lo que se divide en dos clanes más pequeños.

Los orcos del Bosque de Ámbar son un pueblo nómada, que migra a lo largo que pasan las estaciones. Durante el invierno se desplazan a zonas al sur, donde el frio y las nevadas son menos intensas, y sobreviven en gran medida de lo recolectado en el otoño. La mayoría de los clanes opta por asentarse en tierras cercanas a asentamientos mirienses para intercambiar piezas de ámbar, pieles y abalorios de hueso a cambio de herramientas manufacturadas y armas de las reservas de los semielfos.

Visten gruesos ropajes de piel animal que les protegen tanto del frío como de la lluvia, de igual manera que viven en tiendas de gruesa piel sujetada por maderos. El fuego es un bien preciado en un lugar tan húmedo y gélido, por lo que todo clan cuenta con uno o más guardianes de las llamas, un adulto cuya única tarea es evitar que las hogueras se apaguen en el campamento.

Los orcos han dejado de lado su pasado violento y existe un sentimiento de vergüenza social por las revueltas de esclavos que su pueblo contuvo por la fuerza bajo las órdenes de los Peregrinos. Aunque no son un pueblo violento, apenas han entrado en conflicto con las sociedades vecinas, disfrutan sobremanera del rastreo y la caza. Los jóvenes orcos dominan el uso del arco corto y la jabalina, así como el uso de cuchillos de caza y la preparación de rudimentarias trampas usando cuerda y madera.

Cuando comienza el deshielo, los clanes orcos recogen sus tiendas de piel de animal y vuelven al norte, asentando en sus tierras de verano. Con la llegada de la primavera los grandes mamíferos abandonan su hibernación, convirtiéndose en una gran fuente de carne, piel y grasa para los cazadores orcos. No solo sobreviven de la caza, pues también se plantan y cosechan vegetales durante el verano. Se trata de temporadas de plantación muy cortas, en las que las plantan se nutren de grandes periodos de luz durante los largos días que produce estar tan cerca del polo.

Los orcos del Bosque de Ámbar organizan su sociedad alrededor del jefe de clan, puesto que suele recaer en la persona más sabia y experimentada, indistintamente de su género. Todos los adultos se reparten los trabajos, principalmente caza y artesanía, trabajando por el bien del clan. La mayoría de los orcos optan por unirse a una pareja de por vida, pero no son pocos los casos de orcos que optan por compartir su vida con dos o incluso tres compañeros. Indistintamente de ello, los niños orcos pertenecen a la tribu y son educados juntos por los más ancianos del clan.

Se trata de un pueblo muy espiritual, con unas creencias profundas y que dan gran importancia a las tradiciones. Veneran y respetan la naturaleza, considerando que su sustento depende de mantener el frágil equilibrio del mundo natural. Agradecen y aprovechan al completo los animales que cazan y toman del bosque la madera indispensable para el clan, pues los árboles de las Tierras Boreales albergan el alma de sus compañeros y familiares caídos.

Son comunes las ceremonias en las que se rinde homenaje a los que ya no están y se cuentan sus historias alrededor del fuego. También adoran a los espíritus de la naturaleza que habitan en los ríos, los árboles y las montañas, y son muchos los orcos que entregan ofrendas de adornos y ámbar a estos seres, por lo que es fácil encontrar criaturas feéricas merodeando cerca de las tierras de caza de los clanes orcos. Aunque no ocurre a menudo, algunos clanes han logrado ganarse el favor y la protección de inmensos elementales o grupos de dríades.

Los grandes clanes cuentan con druidas entre ellos, enviados desde el Grambachmalak para guiar su espiritualidad y guiar a su pueblo. Sin embargo, otros druidas del Círculo viven en soledad en las Tierras Boreales, en pequeñas tiendas, y sobreviven de las ofrendas que realizan los orcos de clanes cercanos que acuden en busca de consejo y ayuda.

Preocupados por un mundo roto y una naturaleza que sufre, los orcos del Bosque de Ámbar rechazan cualquier obra de los Peregrinos y destruyen los restos de su civilización siempre que pueden. Los druidas del Grambachmalak tratan de sanar el continente del daño causado por la raza de las estrellas, purgando su veneno de la tierra y aniquilando las aberraciones creadas por el corruptor Sathnamil.

Los pocos restos que permanecen de la difunta civilización de Lok, principalmente efigies metálicas y cuevas con pinturas sencillas, son muy reverenciados por los orcos y dar con una de sus cuevas es considerado un signo de buena suerte. Aunque poco se conoce del primitivo pueblo, pues los milenarios árboles ya casi lo han olvidado, los chamanes lo consideran una de las primeras víctimas de los Peregrinos y el verdadero dueño de Voldor, a quien le fue arrebatado.

Los pueblos humanos

Las Tierras Boreales

Los orcos no son los únicos moradores de estas tierras, aunque sí son los más numerosos. En las Tierras Boreales pueden encontrarse pequeños poblados que sobreviven de la pesca y la agricultura, sobreviviendo en el frío invierno calentándose con pieles de animales y quemando aceite que extraen de las presas que cazan.

El origen de estos pueblos puede ser muy dispar. Algunos son pueblos con cientos de años a sus espaldas que rechazaron anexionarse a Mirianis y han mantenido su independencia desde entonces. Otros son de origen reciente, fundados por aquellos que abandonan Mirianis o las montañas Kiralizor para buscar su destino en zonas menos civilizadas. Estos pueblos sobreviven en gran medida comerciando con los clanes de la región, y es común encontrar semiorcos tanto en los pueblos como viajando con los clanes orcos.