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Alabaster nació en la Casa Juq’an, pero fue condenada al ostracismo por su condición de menkarre y acabó siendo exiliada al Aljibe con otros como ella. Ese fue el regalo de Ahzek: alejarla desde el mismo principio de sus días de la aborrecible luz de Avor y permitirle encontrar un hogar en la oscuridad. Se inició en el aprendizaje de la lectura de sombras, puesto que tenía un estrecho vínculo con la negrura y siempre encontraba la verdad en ella. Ya convertida en una afamada lectora de sombras fue invitada a formar parte del Gremio Ciego, donde se encontró con otros menkarre que, como ella, habían oído la dulce llamada de Ahzek. Ahí profundizó en su relación con la oscuridad, leyendo las sombras en los cuerpos exangües de las víctimas sacrificadas a su señor o meditando en criptas donde jamás entró luz alguna. Finalmente decidió cegarse mirando al odiado Avor con una maldición hacia la Tríada en la boca, y entró para siempre en un mundo de tinieblas. Movida por su fanático amor hacia Ahzek, aprovechó las herramientas del Gremio Ciego para eliminar a los miembros más indolentes de la organización, aquellos menos dotados para la lectura de sombras y los menos ambiciosos. Eso le allanó el camino hacia el poder en el gremio, puesto que ocupa con humildad. Desde esa posición de mando busca atraer a todos los menkarres al seno de la oscuridad y conducir a Vindusan a una era gloriosa en la que la Tríada deje de tiranizar sus vidas. Pues solo en la negrura hay libertad.