Aldea: 820 habitantes (53 % elfos Banjora, 27 % fórmigos, 18 % centauros, 2 % otros).
Límite de dinero: 5000 po.
Guardias: 57.
Autoridad: Oan Maoll (capitán de los Fantasmas), Mereen la Conciliadora (líder del asentamiento).
Religiones mayoritarias: Tríada solar conocida como Eqneye (Ahuraz, Praxis y Eurana).
Geografía, cultura e historia
Al noreste de las llanuras de Sananda, cerca de los Montes Urulus, se encuentra la pequeña ciudad de Antares. Este asentamiento, ubicado en un bosquecillo de árboles frutales, está habitado por una parte significativa de la casa Juq’an de los elfos Banjora de Vindusan desde hace poco menos de trescientos cincuenta años. La función de este puesto avanzado es servir de apoyo a centauros y fórmigos, honrando así los viejos acuerdos entre estos y el líder supremo de los Banjora.
Las casas de Antares se encuentran desperdigadas por el bosque del mismo nombre, construcciones de madera funcionales de no más de dos plantas de altura. Sus paredes, livianas, son a menudo sustituidas por paneles móviles textiles para aprovechar la brisa. Entre las construcciones de Antares destacan las «estancias sombrías», en la zona norte de la ciudad. Estas viviendas, siempre a la sombra de los árboles frutales y con las ventanas cubiertas con pesadas telas oscuras, son más frescas, y allí se dirigen numerosos líderes de caravanas para adquirir las telas y tinturas elaboradas por los menkarre oriundos.
La ciudad no dispone de muros defensivos, sino que confía en las capacidades de sus exploradores, siempre alerta, capitaneados por Oan Maoll el Fantasma. Viajeros, emisarios y caravanas son sorprendidos por un puñado de elfos vestidos con capas de camuflaje, aparecidos de la nada: los llamados Fantasmas, que los escoltarán hasta Antares si están dispuestos a entregarles sus armas, prohibidas en la ciudad. Estos guardianes son famosos en la Llanura Interminable porque se mueven con gran sigilo entre la floresta hasta casi formar parte de ella, haciendo honor a su apodo. Su principal cometido es vigilar los accesos a la ciudad y mantener el orden, aunque a menudo merodean por las praderas para cazar y servir de apoyo táctico a los recolectores.
El liderazgo de Antares recae en Mereen, apodada «la Conciliadora » dado su buen hacer a la hora de mediar entre conflictos. Reside en la casa central del asentamiento junto con su familia. La prohibición de armas en la ciudad es algo reciente pero necesario, sobre todo desde la última visita de los alunos. Las armas se entregan directamente a Maoll en las estancias de los Fantasmas, y allí se guardarán bajo llave hasta la partida de los visitantes. Mereen sabe que no se trata de una medida popular, pero sirve a un doble propósito: además de mantener el control en la ciudad, también servirá para cortar las alas a una posible rebelión de su propia casa. Y es que la Conciliadora sospecha que existe un gran descontento entre sus congéneres, quienes creen que el anterior líder supremo los obligó a abandonar Vindusan debido al alto número de menkarre que nacen en el seno de la casa Juq’an.
Antares alberga varios edificios destinados a cubrir las necesidades de los visitantes. Conocidos como las «estancias de descanso», permiten a los viajeros descansar y avituallarse, realizar tratos comerciales o tener entrevistas y reuniones con personalidades de la ciudad. Aunque no existe una prohibición expresa, es raro ver extranjeros deambulando por determinadas zonas de Antares y, cuando sucede, los Fantasmas de Maoll los vigilan de cerca sin que estos sean conscientes. Al igual que en Vindusan, la interpretación de las leyes se suele dejar al arbitrio de las partes, por lo que es corriente que los extranjeros contraten a alguien que conozca los usos y costumbres de los Banjora. Si un conflicto llega a mayores, ante la imposibilidad de acudir al líder supremo se recurre a la sabiduría de Mereen. Sin embargo, en determinados casos se pacta una demora mientras un halcón lleva las súplicas a Vindusan, en espera de una solución por su parte.
La ciudad se sustenta mediante la labranza de pequeños huertos gestionados por cada familia y la compraventa de distintos bienes. El comercio principal de la ciudad se basa en las telas y tinturas, además de las muy demandadas compotas y mermeladas elaboradas con las frutas de los árboles de Antares, famosas por sus propiedades, sabores y durabilidad. Muchas de las caravanas que se dirigen a Vindusan y a las distintas ciudades de Shabana pasan por Antares, por lo que, a pesar de su tamaño, acapara gran parte de las transacciones entre estos dos territorios. También dada su cercanía al mercado de El Cruce, las caravanas fórmigas de Biixemein pasan por aquí en su camino hacia el hormiguero de Ikrii, comerciando con parte de las gemas y piedras semipreciosas que sacan de la tierra. Con ellas los elfos Banjora confeccionan exquisitos objetos decorativos que luego venden a un precio mucho mayor y que son codiciados por las élites comerciales de ciudades como Puerto Estrella.
En la zona oeste de Antares se encuentra el Claro de las Caravanas. Dada la especial orografía de la ciudad, no es fácil circular por ella con carromatos, por lo que la mayoría son aparcados en un amplio claro, y las monturas, en los establos construidos junto al calvero. Ambas localizaciones están permanentemente vigiladas desde que una horda de alunos se llevaron todos sus caballos convencidos de que los Banjora no merecían su compañía por no saber cuidarlos adecuadamente. Los exploradores de Maoll siempre tienen monturas preparadas por si tienen que partir con celeridad, ya sea para acabar con sus enemigos o para avisar a Vindusan de un nuevo peligro.