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En la parte central de Sananda, al oeste de las Quebradas del Ojo, se encuentran las ruinas de la ciudad fórmiga de Miilvemax. Se trata de una zona que la mayoría de viajeros evitan, pues, aparte de los peligros que entrañan, trae mala suerte acercarse demasiado, como atestigua el halo de vegetación estéril y muerta que circunda el lugar. Los vestigios de la urbe son visibles todavía en la superficie: restos de edificios carcomidos invadidos por verdina y vegetación enferma. Hace siglos este hormiguero fue uno de los más grandes y prolíficos de Sananda, la última ciudad fórmiga antes de entrar en territorio de los centauros. No se conservan mapas ni registros de aquella época, por lo que nadie sabe qué es lo que terminó con uno de los mayores tesoros de la raza fórmiga.

Hay al menos un par de entradas a las ruinas del hormiguero conocidas por exploradores y buscatesoros. Tras atravesarlas, en su interior se extiende una estudiada red de túneles que llevan a las olvidadas estancias de la ciudad, escondidas profundamente en la tierra e iluminadas por plantas que emanan una bioluminiscencia fosforescente. Las raíces de Miilvemax llegan hasta el mismísimo Vajra, pero se cuenta que llegan incluso más abajo. A los corredores de la urbe hay que sumarles aquellos túneles excavados por los insidiosos ankhegs, que, junto con la gran cantidad de derrumbamientos, han convertido las ruinas en un gargantuesco laberinto.

Desde su caída, Miilvemax siempre ha estado infestada de ankhegs, aunque actualmente solamente se encuentran en los niveles más superficiales. Ante la falta de alimento, sus instintos han hecho que empiecen a diseminarse por las llanuras, siendo corriente verlos por los alrededores o en las cercanías de las ciudades. La razón es que han sido expulsados de los pisos más profundos por los vajresht, las temibles bestias de Vajra, que, según los testimonios de los pocos aventureros que han sobrevivido a un encuentro con ellos, parecen estar buscando algo en los abismos del hormiguero.

A cientos de pies de profundidad puede empezar a sentirse una energía negativa que emana del núcleo de la extinta colonia. Esta energía negativa es altamente perjudicial, por lo que una estancia prolongada en la urbe acaba afectando hasta a los más resistentes. Los cambios en el carácter son el primer síntoma de ello, y pueden llegar a sufrirse mutaciones en los peores casos.

Diversas placas y señales dejadas por antiguos aventureros intentan señalizar la ciudad de Miilvemax, aunque no son muy fiables, ya que los ladinos vajresht han retirado o cambiado algunas con el fin de confundir a los intrusos. Si la promesa de un tesoro no fuera suficiente, algunas de las reinas fórmigas de Sananda han afirmado su disposición a recompensar a todo aquel que les traiga artefactos o registros del interior de las ruinas. Es por ello por lo que muchos iixarkas han hecho de su cometido limpiar Miilvemax, expulsando a todas aquellas criaturas que la retienen fuera de manos fórmigas.