Durante siglos, el Culto del Dragón ha trabajado en la sombra, en pos de un solo objetivo, la creación de un ejercito de inmortales Dracoliches. Sin embargo, con la llegada de la Tercera Era, fue Severin quien dirigió al Culto en un nuevo rumbo.
Las enseñanzas de Severin profetizaban un mundo dominado por Dragones, con Tiamat al frente. Fue esta diosa quien reveló a Severin la ubicación de los cinco fragmentos de la Máscara del Dragón. Cada una de ellas había sido transmutada a un objeto distinto para mantenerlas ocultas por los siglos. La máscara negra tenía la forma de una daga de obsidiana, encontrada por los Padres del Guiverno. La máscara roja se escondía en forma de una hoja de Hierro Rojo enterrada en el derrumbamiento de Minas Fundescoria y recuperada por el culto. La máscara azul en forma de una runa relampagueante en posesión de los elfos de Murann, robada por el culto y más tarde recuperada por los miebros del Viejo Consejo Blanco. La máscara blanca se escondía en forma de un fragmento de hielo inderretible en el Mar de Hielo en Movimiento, encontrada por los miembros del culto. Y la máscara verde tenía la forma de una gran esmeralda, escondida en el Bosque Brumoso, en el Imperio Élfico, encontrada por el hijo del emperador Melandrach Sempitierra, Neronvain, y traído ante la justicia por miembros de los arpistas.
Con dos máscaras en poder del culto, dos en poder de la coalición de Aguas Profundas y una escondida en Tirash por los Padres del Guiverno, el culto se encontraba en inferioridad de números. Pero solo ellos conocían los rituales para traer a Tiamat de su destierro, y Severin no pretendía rendirse. Mientras tanto, las fuerzas de la costa de la espada reunieron aliados y dieron tregua a sus propios conflictos para lanzar un ataque sobre el Pozo de los Dragones, lugar donde se esconde un portal al Plano Elemental de Fuego.

Mientras las fuerzas del bien se enfrentaban al ejercito de dragones del culto, Severin comenzó el ritual con solo dos quintas partes del poder de la Máscara del Dragón. Así, solo una parte del poder original de Tiamat pudo ser invocada. Una horrenda abominación, única en su especie, fue convocada al plano material. La Draquimera, así nombrada por los miembros del consejo de Aguas Profundas que lucharon contra ella, fue una verdadera representación del poder primordial de Tiamat. Pero sin su inteligencia y astucia, la bestia tomaba a aliados y enemigos por igual y aunque tardó en caer, se llevó al gran mago Severin por delante.
Con el culto vencido, las máscaras irrecuperables y el Pozo de los Dragones asediado, se firmó una paz con la Conquista Dracaeriana, quienes prometieron dar caza y castigo a los miembros de su sociedad que tomaran enseñanzas del culto.