Los brujos buscan el conocimiento que yace escondido tras el tejido mismo del multiverso. A través de  pactos forjados con misteriosos seres de poder sobrenatural, desvelan efectos mágicos sutiles y espectaculares a partes iguales. A partir del conocimiento ancestral poseído por entidades como nobles feéricos, demonios, diablos, sagas o los extraños seres del Reino Lejano, los brujos descubren secretos arcanos que refuerzan sus propios poderes.

Cada brujo se define por el pacto que ha forjado con un ser sobrenatural. A veces la relación entre un brujo y su patrón es similar a la de un clérigo con su deidad, aunque las entidades con las que los brujos pactan no son dioses. Un brujo podría liderar una secta dedicada a un príncipe demonio, un archidiablo o un ente fuera de la comprensión humana; todos ellos ejemplos de amos a los que los clérigos no suelen servir. De hecho, en la mayoría de los casos la relación es más asimilable a la de un maestro y su aprendiz. El brujo aprende y desarrolla sus poderes y, a cambio, hace servicios puntuales en nombre de su patrón.

La magia conferida a un brujo puede manifestarse en forma de pequeñas alteraciones sobre el propio brujo (como la facultad para ver en la oscuridad o leer cualquier idioma) o en la capacidad para acceder a conjuros poderosos. A diferencia de los estudiosos magos, los brujos complementan su magia con cierta aptitud para el combate cuerpo a cuerpo.

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