Entrenado como soldado en el archipiélago de Arengiel, Rudra ha viajado a Nuncainvierno como parte de una compañía mercenaria que forma parte tanto del ejército como de la guardia de la ciudad. Con el tiempo sus compañeros le acabaron decepcionando, pues parecían disfrutar utilizando su autoridad para aprovecharse de aquellos a los que debían proteger. Hace poco llegó la gota que colmó el vaso, cuando seguir su conciencia le llevó a desobedecer una orden. Se le suspendió del servicio activo, aunque le permitieron conservar su rango y sus vínculos con los mercenarios.

Tras tiempo deambulando por los alrededores, ha oído que la gente del pueblo de Phandalin busca a personas con el coraje y los principios necesarios para dar una lección a una banda de rufianes. Estos matones, han estado imponiéndose sobre los habitantes de Phandalin de forma similar a como sus compañeros hacían en Nuncainvierno. Poner fin a sus fechorías es un objetivo encomiable.