Las apariciones son la maldad encarnada, concentrada en una forma corpórea cuyo objetivo es acabar con todo tipo de vida. Esta criatura está saturada de energía negativa y su merodear por el mundo marchita y ennegrece las plantas cercanas. Los animales huyen de su presencia. Incluso las pequeñas hogueras pueden apagarse por el hambriento vacío que supone la terrible existencia de la aparición.
Cuando un humanoide mortal vive una vida inmoral o pacta con un infraplanar, sentencia su alma a la condenación eterna de los Planos Inferiores. Sin embargo, a veces su alma posee tanta energía negativa que se colapsa sobre sí misma y deja de existir justo antes de poder pasar a peor vida. Cuando esto ocurre, el espíritu se convierte en una aparición, un vacío maligno atrapado en el plano en el que murió. No conserva casi nada de su existencia anterior. En esta nueva forma, tan solo existe para aniquilar otros seres vivos.
Las apariciones pueden conservar algunos recuerdos de su vida mortal como si fueran ecos sombríos. No obstante, incluso los sucesos más importantes se convierten en leves impresiones, huidizas como sueños a medio recordar. Una aparición podría pararse a mirar algo que la fascinaba en vida o podría detener su ira reconociendo una antigua amistad. Esto ocurre poco, sin embargo, ya que la mayoría de apariciones odian lo que eran, pues les recuerda en lo que se han convertido.
En ocasiones, las apariciones gobiernan las legiones de los muertos, planeando la perdición de los seres vivos. Cuando salen a la batalla desde sus tumbas, la vida y la esperanza se marchitan ante ellas. Incluso si se obliga a las legiones de una aparición a retirarse, las tierras que ocuparon estarán tan yermas y ajadas que sus habitantes suelen morir de hambre.