Nacidos de la artesanía en piedra de los enanos y el vigor de los orcos, los dareogs son auténticas máquinas de guerra compactas: de hombros anchos, mandíbula cuadrada y tercos como una roca. Se ganan el respeto llegando los primeros y marchándose los últimos, ya sea para levantar una empalizada, romper una puerta de asedio o defender un túnel cuando más importa. Sus costumbres mezclan canciones de forja y cánticos de guerra; un dareog puede tallar las marcas de su clan en un escudo un día y ponerlo a prueba contra un jabalí al día siguiente.
Muchos dareogs trabajan como zapadores, centinelas o guardaespaldas juramentados; otros dedican su talento a los gremios mineros, la defensa de caravanas o los oficios que mantienen viva a la comunidad. Lo que los forasteros llaman “extraño”, los dareogs lo llaman práctico: piernas como pistones, mandíbulas como tenazas y una voluntad inquebrantable. Los dareogs alcanzan la madurez hacia los 15 años y pueden vivir hasta 200 años.