Asentamientos
relevantes: Khouk-Uil
(ciudad pequeña), Okar-hia (fortaleza), Khouk-Nor (ciudad pequeña
fortificada), Sathza (fortaleza), Dukhura (ciudad pequeña), Tezakhim
(fortaleza), Tokath (fortaleza), Mukkiza (ciudad pequeña), Othaldor
(fortaleza), Kuvuzim (ciudad pequeña)
Personalidades
relevantes: Comandantes
instructores Gurthrabor, Balhravid, Skandor, Grodnadin y Dalthrudis
Razas:
89
% enanos, 3 % semielfos, 2 % humanos, 2 % semiorcos, 2 % orcos, 1 %
elfos, 1 % otros
Religiones
mayoritarias: Iglesia
de Ankaraz, Órdenes militares de Dekaeler, Escudos de Karilim,
Guerreros de Kathix, Culto a Sokzhan
Los
puestos avanzados de Khoumhazar se encuentran distribuidos por todo
el linde occidental del Bosque de Ámbar, formando una suerte de
nación intermedia que separa y protege los reinos enanos de
Kiralizor y Gunambal de los habitantes del bosque. Dada la amplia
extensión de la región a proteger y la frondosidad del bosque, es
imposible formar una línea de defensa sólida e irrompible por toda
ella, mucho menos un muro. Sin embargo, gracias a la extraordinaria
destreza de los arquitectos y albañiles enanos, sus líderes han
sido capaces de levantar una red de ciudades fortificadas, torres de
vigilancia y puestos defensivos en pasos de montaña y otros lugares
clave. Esto permite a un número relativamente bajo de soldados y
exploradores detectar a cualquier ejército que trate de cruzar su
frontera, además de controlar posibles incursiones de exploradores o
saqueadores enemigos.
El
territorio de Khoumhazar, la región de aproximadamente cien millas
de ancho que separa el bosque de las montañas enanas, se divide en
cinco toreks, similares a comarcas o pequeños reinos, que poseen una
fuerte independencia política pero que dependen en gran medida del
comercio y las concesiones con los clanes de Kiralizor. Estos toreks
están liderados por un comandante instructor, elegido por un consejo
formado por todos los instructores de alto rango del torek, y que
ostenta el cargo hasta su muerte. Ejerce a la vez de líder político
y general, pues política y guerra rara vez se separan en Khoumhazar.
Estos
cinco toreks colaboran entre ellos para coordinar sus estrategias de
defensa, pero también a la hora de gestionar los suministros tan
necesarios en su región. Aun así, cada torek teje su propia red de
influencias con los otros reinos enanos, de quien dependen en última
instancia los reclutas que envían constantemente para engrosar sus
filas. Esto ha provocado que cada torek esté vinculado a uno o dos
clanes de las montañas, cuyo comandante instructor debe tener muy en
cuenta si no quiere verse en problemas. Cada torek se gobierna desde
una pequeña ciudad fortificada, que hace las veces de capital,
centro de suministros y bastión ante los enemigos. Desde allí se
gobierna una miríada de pueblos, fortalezas y puestos avanzados
repartidos por toda la frontera donde sus habitantes conviven con las
tropas destacadas y sus instructores. Existen cinco toreks distintos
en Khoumhazar: Khouk-Uil, Khouk-Nor, Dukhura, Mukkiza y Kuvuzim.
Historia de la región
Aproximadamente en el año 4005, poco después de la marcha de los últimos Peregrinos, los enanos fundaron el reino de Kiralizor en el interior de las montañas del mismo nombre, bautizadas así en honor del Peregrino que las creó. Los enanos eran esclavos organizados y orgullosos que habían creado ya un esbozo de cultura en la soledad de las minas, lejos de sus creadores, y no tardaron en instaurar su nación, tan estructurada y recia como los propios enanos. Así, rápidamente levantaron sus miradas y encontraron nuevos objetivos más allá de su reino, en concreto, las montañas Gunambal, al sur de las Kiralizor.
Las
Gunambal estaban en manos de los orcos, que habían habitado las
faldas de las montañas en los últimos siglos y que no tardaron en
reclamar las fortalezas que ellos mismos habían sido obligados a
construir. Sin embargo, miles de enanos seguían viviendo en las
profundidades de las Gunambal, en las minas de las zonas más altas,
donde solo su raza podía trabajar con éxito. Por eso muchos de los
líderes presionaron al rey Gorgos I, heredero del linaje de los
Norri, y recién nombrado soberano de Kiralizor, para atacar las
montañas y rescatar a sus compatriotas, aunque una parte de ellos
hablaban, en el fondo, desde el rencor hacia los orcos que habían
acumulado durante sus vidas como esclavos.
Tras
varias escaramuzas y luchas menores, los clanes orcos fueron
derrotados y expulsados de las Gunambal hacia el norte en una gran
batalla por las tropas del rey Gorgos, que pasaría a ser conocida
como la Batalla de las Encrucijadas. Se dice que esta batalla tuvo
lugar en un valle cercano al actual pueblo enano de Isskara y que aún
se pueden encontrar restos, tanto físicos como espirituales, de los
muertos en batalla si se escarba lo suficiente en el suelo. Así, los
enanos volverían a sus asuntos en las profundidades de las montañas,
vigilando sus fronteras, pero sin apenas mantener relaciones con las
demás razas durante más de trescientos años. No sería hasta
después de El Largo Ocaso, en 4321, que el reino de Kiralizor se
sentiría inquieto por lo ocurrido en el bosque y las consecuencias
que podría tener sobre ellos.
Cuenta
la historia que Rubaki, prima del rey Gorgos II y líder del linaje
de los Svart, se encontraba destacada como vigía en la cumbre del
monte Uxulinak cuando la diosa Karilim le mostró terribles visiones
sobre monstruos que acechaban en los bosques para destruir a su
pueblo, y le encomendó la sagrada misión de formar un poderoso
escudo que defendiese el reino de Gorgos de las amenazas. Rubaki
reclamó la ayuda de los enanos para que se uniesen a su cruzada en
nombre de Karlim y con una cohorte de más de trescientos bravos
guerreros, descendieron de las montañas dispuestos a enfrentarse a
las criaturas de los bosques. Estos soldados serían conocidos en el
futuro como los Escudos de Karilim, una orden de paladines que
crecería hasta la actualidad, ocupando un papel central en la
defensa de Khoumhazar.
Rubaki
y sus soldados recorrieron las regiones del bosque más cercanas a
las montañas, buscando a los enemigos de su pueblo para enfrentarse
a ellos. Entre las incontables criaturas que encontraron y
asesinaron, destacan cinco monstruos, mucho más peligrosos y
malvados que los demás, que fueron derrotados por la propia Rubaki
en combate singular. Donde fueron asesinados, Rubaki estableció una
de las fortalezas que darían lugar al futuro reino de Khoumhazar.
Estos fueron el enorme dragón negro Okar-hia, el jabalí astado de
pelo rojizo Sathza, la quimera de oro Tezakhim, el gigante de roca y
musgo Tokath y el demonio corruptor de Vajra Othaldor, y se rumorea
que sus cadáveres aún reposan enterrados en los sótanos de cada
una de las fortalezas.
Para
entonces, la mayoría de los acompañantes de Rubaki había muerto en
combate o había vuelto a Kiralizor para invitar a sus familias a
poblar las recién fundadas fortalezas, y apenas quedaban unos pocos
en compañía de la campeona cuando esta derrotó al demonio
corruptor de Vajra. Estos escasos supervivientes enterraron a la
propia Rubaki pocos días después, entre los cimientos de la futura
fortaleza de Othaldor, cuando la campeona decidió suicidarse tras
haber sido corrompida durante su último combate.
Desde
entonces, los cinco toreks han crecido de manera extraordinaria,
fundando nuevos pueblos y ciudades en la seguridad de las fortalezas,
gracias sobre todo al constante flujo de jóvenes enviados desde las
montañas. Además de las incontables bestias salvajes que emergen
del bosque y los puntuales encontronazos con los druidas orcos,
recientemente los enanos de Khoumhazar han comenzado a recibir
ataques de los trasgos de Sagar en las cercanías del río Darin, que
han sido rechazados con contundencia.
Sociedad y cultura de Khoumhazar
Aunque Khoumhazar se considera un reino súbdito de Kiralizor, la verdad es que los cinco toreks que lo forman son entidades independientes que carecen de un soberano común y cuya colaboración, que es constante, depende únicamente de la buena relación que mantengan sus cinco líderes. Si bien es cierto que todo enano al frente de un torek reconoce al rey de Kiralizor como su propio rey, pues de él depende en última instancia el tan necesario flujo de reclutas. Cada uno de los torek está liderado por un comandante instructor, un líder militar que es también responsable de la formación de los reclutas y que suele delegar los asuntos más sociales o logísticos en consejeros de su confianza. A la muerte de un comandante instructor, su sucesor es aquel soldado a quien hubiese nombrado su segundo , casi siempre alguno de los sargentos instructores a sus órdenes.
Cada
comandante suele desplazarse por sus tierras con bastante frecuencia,
dirigiendo el torek desde la fortaleza o ciudad que considere más
importante en cada momento. Aunque su liderazgo es indiscutible,
estos tienen que lidiar con los diferentes grupos religiosos,
órdenes de paladines y otros grupos de soldados, además de los
deseos de los nobles de Kiralizor, para evitar problemas y posibles
conflictos internos. Cada localización está gobernada por un
sargento instructor, que ejerce como representante del comandante en
el lugar y es responsable absoluto de lo que allí pueda ocurrir.
El
clima en Khoumhazar es tan duro como en el resto del bosque y sus
habitantes combaten los inviernos en el interior de sus fortalezas,
donde nunca falta un buen fuego y más comida y cerveza de la que
pueden consumir. Los exploradores y mercaderes se han acostumbrado a
lidiar con las nieves durante sus viajes y los gruesos abrigos de
piel son un bien muy valorado en todos los toreks. No son pocos los
instructores que disfrutan templando a los reclutas más novatos con
largas caminatas por el bosque nevado, durmiendo al raso y
permitiéndoles abrigarse únicamente con las pieles de aquellos
animales que logren cazar por sí mismos.
Pese
a no estar en guerra con ningún reino actualmente, los enanos de
Khoumhazar estructuran su vida entorno a la lucha y la gran mayoría
de sus actividades están organizadas de forma marcial, desde
realizar patrullas de vigilancia hasta la tala de árboles para crear
nuevos campos de cultivo. Los reclutas realizan todas sus tareas en
compañía de su regimiento y bajo la atenta mirada de sus
superiores, lo que crea fuertes vínculos de hermandad entre los
enanos provenientes de diferentes lugares y da lugar a una extraña
mezcla social entre el orgullo de su lugar de nacimiento y la honra
de sentirse un único pueblo. Esto ocurre también, aunque en menor
medida, entre las órdenes religiosas que acostumbran a realizar
maniobras en conjunto pese a tener distintos patrones. Los utensilios
militares, como las armas y armaduras, son utilizadas como un
elemento de individualidad, que refleja la personalidad y las
creencias de su portador, por lo que es frecuente ver todo tipo de
modificaciones y decoraciones entre los soldados.
Existen
en todo Khoumhazar un gran número de iglesias, en su mayoría de
carácter militar, siendo las más populares las de Kathix (Praxis) y
Karilim (La Guardiana), que cuentan con sus propias órdenes de
paladines y clérigos de guerra, y en menor medida, Anrakaz (Arastu)
y Dekaeler. Estas órdenes, que se nutren de los reclutas más
devotos, cuentan con el apoyo de los sacerdotes y clérigos más
influyentes de Kiralizor, a donde envían también a sus miembros más
belicosos.
Lejos
de las fortalezas, en los pueblos y ciudades a los pies de las
montañas, un gran número de campesinos y ciudadanos ajenos a la
lucha ayudan a mantener el reino con su trabajo. En su mayoría son
enanos retirados, ya sea por edad o por alguna herida grave, que han
preferido mantenerse allí antes que volver a la montaña, quizás
enamorados del propio bosque. Estos pueblos forman una red de
carreteras que conecta con el Paso de Togruz al norte y el río Pardo
al sur, por donde el comercio se abre paso y alcanza cada rincón.
Por eso es frecuente encontrar en sus caminos a comerciantes Banjora
o shabaudi de Vindusan en dirección a Mirianis, e incluso centauros
de Sananda, así como caravanas mirienses en dirección al sur. Sus
habitantes no suelen ser hostiles con los extranjeros, y normalmente
se les permite incluso instalarse a vivir allí, siendo los orcos y
semiorcos los únicos que suelen sufrir discriminación.