Rodeado por el río Renëil, este palacio consiste en una estructura de madera y piedra conjuntada con un exquisito cuidado por los más hábiles artesanos élficos. Sus grandes salones interiores, llenos de flores y con una suave hierba a modo de moqueta, albergan gran parte de la vida social y diplomática de la nobleza, tanto en fiestas como en reuniones de gobierno. La torre central, de más de 100 pies de altura, alberga las dependencias reales y desde sus almenas los mejores centinelas vigilan todo el valle.
Ciudad
grande: 21
781 habitantes (97 % elfos Indeverei, 2 % semielfos, 1 % otros)
Límite
de dinero: 22
000 po
Guardias:
160
patrullando en todo momento, ocultos en la floresta
Autoridad:
El
rey Radaeril y la reina Nylathxia
Religiones
mayoritarias: Ateísmo,
Culto a Elethae, Veneración a Miskanel
Cuando
la mayoría de los elfos decidió unirse a los pueblos humanos del
bosque y fundar la nación de Mirianis, un grupo de unos pocos miles,
empujados por las promesas de unos líderes orgullosos, abandonaron a
sus hermanos y se adentraron en las profundidades del bosque en busca
de la ciudad de Zoravar con la esperanza de tomarla por la fuerza y
fundar allí la capital de su nueva nación élfica. Estos elfos eran
en gran medida soldados y exploradores, lo que les permitió
reconocer las profundidades del bosque y mantenerse unidos durante
treinta y seis años antes de establecerse en un gran valle natural y
fundar la que sería la ciudad de Indever.
Organizada
primero como un pequeño puesto estable donde los grupos dispersos de
exploradores pudieran reunirse y desde donde el rey Radaeril pudiese
enviar las órdenes, a medida que la esperanza de encontrar Zoravar
disminuyó, los edificios fueron creciendo hasta formar la gran
ciudad que es hoy en día. Al igual que sus hermanos de Kymelin, los
Indeverei han construido su ciudad respetando la naturaleza a su
alrededor e integrándose completamente con el paisaje. Cientos de
pequeños edificios de roca y arcilla se sostienen utilizando árboles
o desniveles de tierra naturales como pilares y, en la mayoría de
ellos, los tejados contienen pequeños jardines donde las familias
plantan verduras con las que alimentarse.
El
centro del valle está ocupado por el palacio real y una decena de
templos o edificios públicos, todos ellos construidos en roca
caliza, con planta circular e incontables arcos y columnas cubiertas
de hiedra. A esta zona de la ciudad llega también el río Renëil,
cuyo cauce ha sido alterado por los más habilidosos geomantes
formando tres círculos concéntricos, uno que rodea el palacio, otro
alrededor del distrito de gobierno y el último rodeando las casas de
los primeros Indeverei que se asentaron en la ciudad. Fuera de ellos
quedan las casas más recientes, las huertas, los campos de ganado y
las torres de vigilancia desde las que los guardias otean el
horizonte en busca de amenazas, pues Indever no posee murallas.
Cultura y religión
La sociedad Indeverei está dividida en castas o clases funcionales: los elaith poseen poderes arcanos o divinos, los nasith son los gobernantes y guerreros, los kenoth son agricultores y granjeros y los rolith forman la parte más baja de la sociedad, subordinados a los otros tres. Aunque no existe en su sociedad una discriminación directa por la casta a la que pertenezca cada individuo, muchos Indeverei prefieren relacionarse con otros miembros de su casta antes que con miembros de las demás. Este sentimiento de clase tiene un peso muy fuerte en la vida política de la ciudad y también hay entre los habitantes cierta tradición familiar para que los hijos aspiren a pertenecer a la misma casta que alguno de sus padres.
Existe
en Indever la tradición del matrimonio, traída desde los tiempos
antiguos en Kymelin, aunque ahora se realizan mayoritariamente por el
rito de Elethae. Sin embargo, la longevidad de los elfos y la extrema
necesidad de traer nuevos hijos al mundo ha provocado que este rara
vez sea para siempre, siendo normal que un Indeverei llegue a casarse
tres o cuatro veces en su vida, abandonando a su pareja anterior de
mutuo acuerdo. Tampoco son extraños los matrimonios polígamos o
múltiples, o que las mujeres fértiles tengan hijos con diferentes
hombres a lo largo de su vida por el bien de la nación. Pero dentro
de la amplia libertad amorosa y sexual de la que disfrutan los
Indeverei, sí existe una fuerte presión sobre las mujeres jóvenes
y fértiles para que dispongan de hijos sanos al reino,
negándoles el acceso a trabajos peligrosos como explorador o
soldado. Por supuesto, cualquier relación con un miembro de otra
raza está muy mal visto socialmente y los semielfos son tratados con
desdén, cuando no con odio, por la gente y el gobierno, que suele
expulsarlos o utilizarlos en trabajos penosos, muchas veces como
carne de cañón.
Aunque
los más ancianos se vanaglorian de no tener dioses y las
celebraciones oficiales no pertenecen a ninguna religión, cada vez
es más frecuente el culto a Elethae, señor de la magia y el sol. Su
manera de rendir culto, en cambio, no resulta especialmente rígida o
jerárquica, pues carecen de leyes o mandatos divinos, limitando su
adoración a Elethae como una espiritualidad personal y propia de
cada uno, una forma de agradecer su libertad y el conocimiento mágico
del que disponen.
Alrededor
de la propia ciudad, las tropas Indeverei controlan aproximadamente
veinticinco millas de distancia, que reclaman como suyo y donde han
construido algunos pequeños pueblos y plantaciones. Su ejército
está formado por un gran número de exploradores y druidas, que
utilizan a los animales de la región como espías e informantes. En
caso de necesidad, cuentan con varias unidades de guerreros y
paladines con muchos años de entrenamiento a sus espaldas, que
suelen luchar acompañados de algunos constructos fabricados por los
magos Indeverei. En caso de una gran batalla, sus más ancianos
lanzadores de conjuros son capaces de causar incalculables daños a
los enemigos.
Sin
embargo, Indever apenas ha tenido enfrentamientos con ninguna de las
naciones cercanas, y se mantienen en una neutralidad absoluta,
despreciando las luchas de los demás y sintiendo únicamente una
pequeña simpatía por los elfos de Mirianis. Aunque los trasgos de
Sagar no les causan preocupación alguna, los líderes de Indever no
han olvidado la existencia de Zoravar y los remedos que la habitan.
Por todo el bosque, sus exploradores, espías y otros agentes buscan
rastros de estos antiguos Peregrinos para tratar de localizar su
ciudad o, sencillamente, para evitar que lleven a cabo sus planes de
manipular a otras naciones. También dedican grandes esfuerzos a la
búsqueda y recolección de antiguos laboratorios de los Peregrinos,
dispersos por el bosque y Vajra, tarea en la que suelen entrar en
conflicto con grupos de otras naciones y en la que los Indeverei
actúan sin piedad.