Mucho antes de se aceptara la Gran Rueda de la Cosmología, en los albores del tiempo, ya existía un nexo de unión entre los planos, un latido en el vacío. Ese latido, nos dice Avandra, era Yggdrasil, el Árbol del Mundo. La leyenda narra que su tronco se eleva más allá de la percepción mortal, conectando los mundos del Plano Material con los Planos Exteriores. Que sus raíces atraviesan planos inferiores hasta hundirse en los dominios lugares como Hades, Pandemónium y otros reinos donde incluso la luz teme adentrarse. La mayor parte de su inmenso tronco se alza a través del plano de Ysgard y sus ramas recorren los Planos Superiores y cruzan el Astral hasta llegar al Plano Material.

Los cantos antiguos de Avandra afirman que dió a Corellon la primera semilla de Yggdrasil a plantar en el Primer Mundo, cuando el cosmos aún era joven y maleable. Cuando ese mundo primordial fue destruido, sus fragmentos fueron arrastrados por el vacío, y las semillas del Árbol dieron origen a los incontables mundos que ahora pueblan el Plano Material. De esa creencia nace la idea de que toda vida vegetal, desde el más humilde brote hasta los más grandes robles, comparte una misma ascendencia: la del Árbol del Mundo.

Los sacerdotes de la Dama del Cambio, que estudian la naturaleza del Árbol del Mundo, sostienen que las raíces de Yggdrasil son caminos entre realidades, y que quienes conocen sus senderos pueden viajar de plano en plano siguiendo el flujo de su savia. Los druidas más antiguos lo veneran como la encarnación de la vida y la continuidad, mientras que los arcanistas lo consideran una estructura viva de poder cósmico. Sin embargo, sus caminos no son fijos: las ramas crecen, se retuercen y cambian, de modo que solo unos pocos guías pueden recorrer sus rutas sin perderse.

Yggdrasil es para muchos un símbolo de unidad y eternidad, un recordatorio de que todos los mundos, desde los más luminosos hasta los más sombríos, son parte de un mismo ciclo que se alimenta de su raíz. Quienes alcanzan a verlo aseguran que, en el susurro del viento entre sus hojas, aún puede oírse el eco del Canto Original, la primera melodía que dio forma al cosmos.