Hace mucho tiempo, Mipsum era una de las fuerzas tumultuosas y caóticas. Fuerzas primordiales y elementales vagaban la tierra destrozando y alimentando su poder a su paso. A través de los cielos cenicientos de la Creación Primordial, los dioses vinieron más allá del éter, nuevos y sin forma. Al observar este reino en expansión, vieron el potencial de una gran belleza, una gran fuerza y la oportunidad de aprender su propio lugar en la creación.

Así, las manos divinas formaron a los Primeros Hijos, por un lado a los elfos, creados con la gracia física que refleja la propia divinidad de los dioses, para caminar por las verdes tierras y conocer la música de los cielos azules. Por otro lado a los enanos, un pueblo cordial con la intención de domesticar la tierra, lleno de la artesanía y la invención de la divinidad más allá del vacío ceniciento. También a los humanos, dotados de corazones de pasión que ardían brillantemente, llenos de la celebración y la risa de las manos que los creaban. Y por supuesto a los orcos, proezas de la fuerza física y de los valores de un clan, capaces de luchar por llegar a lo más alto y de sentir orgullo por sus alcanzados logros.

Otras creaciones siguieron a medida que las muchas razas de Mipsum se formaron a partir de la inspiración ilimitada que expresaron los dioses. Estos Hijos de la Creación caminaron por la tierra y, a medida que su conocimiento crecía, intentaron construir. Pero la tierra era feroz y traicionera, y los hijos fueron destruidos y consumidos por los elementos. La tristeza llenó los corazones de los dioses mientras estas primeras razas continuaron luchando contra una tierra que no los quería. Los hijos buscaron la orientación y protección de sus creadores. Los dioses les dieron regalos, prestando su propio poder a sus hijos para crear y dar forma al mundo que los rodeaba; Estas fueron las primeras magias divinas.

Por lo tanto, los diversos pueblos comenzaron a aprender a doblar la tierra a su voluntad: atenuar los fuegos que estallaban, domar las inundaciones que amenazaban su abundancia y convertir las plantas en fruta y las bestias en comida. El lenguaje se convirtió en algo común, nació la cultura y el gobierno reemplazó a la anarquía. Los creadores vieron progreso y vieron que era positivo, pero frágil y que necesitaba guardianes.

Así fueron designados los Primeros Protectores: Los Dragones Metálicos.

Estos protectores vigilaban las razas más justas. El reino se volvió más tranquilo, la gente se expandió y las nuevas razas recibieron forma y vida. A medida que la cultura creció, y la gente comprendió mejor el mundo que los rodeaba, ellos también admiraron a sus Creadores y les dieron adoración, les dieron forma, les dieron título y propósito.

Con el tiempo la creación aprendió a defenderse a través de prácticas como la alquimia o doblando de manera autónoma las telas de la existencia, aunque no en la escala de las obras de los dioses. Este fue el conocimiento de las primeras magias arcanas, originadas tras el nacimiento arcano. Con estas capacidades recién obtenidas, los hijos destruyeron a los Primordiales mientras dispersaban los elementos caóticos a sus propios planos de existencia justo fuera de Mipsum. La paz finalmente cubrió el mundo por primera vez desde la creación, y la primera civilización real echó raíces.

Con el tiempo, algunos pueblos se volvieron arrogantes. Al ver sus dones arcanos como prueba de que los dioses no dominaban su destino, algunos comenzaron a creer que, con suficiente comprensión, podrían llegar a ser tan poderosos como los propios dioses. Como tal, muchos comenzaron a rechazar la fe por sus propias actividades. Esto desembocó en una época de crecimiento empoderado, la sociedad no se preocupaba por mejorar su capacidad de sustentar a sus hijos, sino que cada individuo buscaba alcanzar mayor gloria y con ello mayor admiración.

Entonces el primer dios surgió de los mortales. Un maestro de las artes arcanas más oscuras, de nombre Vecna descubrió el camino del Liche. Su poder sobre la no-muerte fue tal que muchos de los hijos de la creación lo veneraron como el primer mortal ascendido. Vecna, ebrio de poder, intentó convencer a sus nuevos iguales, las deidades creadoras, que era el momento de dominar a sus hijos o más se alzarían a su poder. Los que le siguieron fueron conocidos como los Dioses Traidores, y la guerra que declararon contra los Padres de la Creación y sus hijos fue tal, que casi cualquier registro de estos primeros milenios acabó destruido.

La Guerra de la Ascensión se expandió a través de décadas, si no siglos, hasta que ambos lados habían agotado casi todos sus recursos. Los Dioses Traidores eran uno más, con el Rey Liche a su lado, pero los Padres de la Creación tenían el poder de sus hijos consigo. Fue entonces que una segunda creación se alzó a los poderes de la divinidad. Su nombre e historia borrados de los anales por ella misma para que Mipsum no sufriera el alzamiento de un hijo en los siglos venideros. La Reina Cuervo. La Guerra finalizó con este último acto, cuando a los Dioses Creadores se les unieron la nueva Diosa de la Muerte, y junto a ella Kord y Erathis, dos dioses que se habían mantenido neutrales al conflicto. Con los Traidores vencidos y expulsados a un plano de existencia cada uno, los padres de la creación se retiraron al cosmos y la Reina Cuervo creó la Puerta Astral, separando el mundo de los mortales de el de los dioses en la Escisión Planar.