Fenris nació y creció en el próspero pueblo de Krydderkrukke donde desde temprana edad aprendió a admirar a los legendarios dragones que allí cohabitan.
Sin un linaje noble, pronto demostró un gran talento y disciplina en el arte que requiere el vínculo de un jinete de dragón, sumando tatuajes a su piel y emblemas de hazañas a su armadura.
Sin embargo, a pesar de sus progresos siempre había una leyenda que le rondaba la cabeza. Historias sobre dragones que brillaban cual espejos de colores y que azotaban a su pueblo desde hacía siglos. Con ese objetivo en mente puso su vida al servicio de su pueblo, con la determinación de romper esa dinámica de dolor y transformarlo en luz.
Así fue como, a los 15 años, en cuanto los Krydder se lo permitieron, se encaminó sólo hacia La Infraoscuridad. de donde se contaba que provenían dichas misteriosas criaturas. Estuvo vagando durante años sólo, aprendiendo el arte de la paciencia y la sabiduría, que evitaron que perdiera la cordura durante años de soledad, oscuridad y silencio.
A los pocos años encontró lo que buscaba, un majestuoso dragón que, a pesar de la tenue luz que pudiera haber ahí abajo, reflejaba la luz de un precioso tono azulado que nunca había visto antes. Sin embargo, este dragón de zafiro se hallaba encadenado y apresado por el pueblo Kuo-Toa
La primera vez que Fenris lo vió, no podía creer lo que veían sus ojos. Tanta belleza y tanto poder atronador en una sola criatura. Los Kuo-Toa buscaban aprovechar el trueno que el dragón era capaz de generar con la vibración de sus cuernos, y así ampliar su territorio a través de cavernas rotas.
A pesar de su poder destructivo, Fenris pudo observar y sentir como el dragón, en este caso dragona, no era malvada, sólo una criatura territorial que había visto invadida su vida y ansiaba libertad. Que bien podía entenderla.
Pasaron, de nuevo, años hasta que pudo tener la oportunidad de liberarla. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, la dragona desconfiaba, y con razón, de cualquier criatura. Así que, al acercarse a ella, usó su trueno para tumbar la caverna bajo la que se encontraba. El pueblo Kuo-Toa no lo encontró, pero únicamente porque quedó sepultado bajo toneladas de roca. Una vez más, fue la voluntad lo que le llevo a persistir y conseguir de nuevo su libertad de cuerpo, ya que de mente ya la poseía, sin ningún tipo de rencor hacia esa criatura asustada.
La segunda vez que trató de acercarse, esta vez con más calma para que aquella dragona percibiera sus buenas intenciones y poder ganarse su confianza, nuevamente se asustó cuando ya se encontraba junto a ella. La enorme vibración provocó que perdiera un ojo, llevando posteriormente un ojo mágico durante toda su vida.
Finalmente, cuando Fenris ya tenía unos 30 años, consiguió liberarla y ganarse su confianza, habiendo pasado la mitad de su esperanza de vida en salvar a esa pura criatura. Y fue con ella junto a su pueblo.
A la hora de realizar la ceremonia de unión, los sabios del pueblo se inquietaron, puesto que era la primera vez que se iba a hacer con un dragón gema y, más aún, con un dragón adulto. Sin embargo, merecía la pena intentarlo.
Ambos, voluntarios y con una unión pura a través de los años en la oscuridad, quedaron a solas dentro del templo, mientras que los sabios comenzaron a alzar sus cánticos desde fuera.
Normalmente las ceremonias de unión son pacíficas, sin embargo, dado el poder y adultez del dragón, entraron en un frenesí. Ni los sabios desde fuera ni nosotros desde dentro llegamos a entenderlo del todo, pero la ceremonia continuó entre gritos desgarradores desde dentro del templo.
Trataron de matarse mutuamente, de desgarrarse, de luchar. Lo más profundo de su alma sabía lo que tenía que ocurrir, así que ambos buscaron el corazón del otro. La ceremonia acabó cuando ella consiguió arrancarle el corazón y devorarlo (desde entonces tiene los ojos de un color rojo sangre) y Fenris consigió, a base de fuerza bruta, quebrar su pecho gema y llegar hasta su corazón, que arrancó y conservó consigo en el centro de su maza. Ambos poseen el alma y el cuerpo del otro. A pesar de que se aman, todo nació de un ardor y pasión de una lucha primigenia.
Al salir de aquel templo, lo hizo en paz junto a su nueva alma, Zafra, y ocultando sus cicatrices de desgarros por garras de cristal y gema, y su rostro bajo un yelmo, quedando sólo ellos dos juntos.
Desde entonces, Fenris fue conocido como el Guerrero del Zafiro, y debido a su renombre como el primer Jinete Gema, ayudó a su pueblo mediante misiones de diplomacia desde la libertad, que no obligación, de querer ayudar a su pueblo. Desde la amplitud de horizontes y la libertad que te da el haber pasado más de una década vagando sólo por la Infraoscuridad y tener un vínculo con una criatura ancestral con la que surcas los cielos.
Dentro de su libertad, Fenris trata de hacer el bien, sin juzgar, por ejemplo la relación entre el pueblo Krydder y Dynn.
A pesar de que con el tiempo, al ser jinete de dragón, Fenris gane esperanza de vida, los años pasados en la Infraoscuridad son años a los que ha estado dispuesto a renunciar para unirse a ese alma.
Ahora, con 50 años, Fenris y Zafra trataron de ayudar en las Tierras Monstruosas, en el Cauce de Aguasnegras, contra el enemigo oculto de los Oscuros. A pesar de su noble hazaña al portar al gran Na Farko Mutum, salvar a Lucía, conocer el guerrero más valiente que ha conocido nunca Alcot y liberar al pueblo de la parasitación de Nocturna, a Fenris le queda la espinita de haber permitido que su compañero Valdyn quedara subyugado y apresado por Hemófago. También, lamentó no poder cumplir su promesa y salvar a aquel asustado niño y a todas las personas parasitadas. Por ello, brindó su maza y su alma al servicio de aquellos que luchen contra esas oscuras fuerzas, la Orden de los Fab'Huritus, para que no vuelvan a ocurrir esas tragedias.