Hechos de la primera vida de Ravn

Ulvyiv, antes conocido como Ravn en su vida mortal, fue un niño nacido en Puerta de Balduran de la relación entre un marinero y una fulana del lugar. Tras el parto, la madre le abandonó a su suerte en un callejón de los puertos, rodeado de humedad, suciedad y ratas, aunque para su suerte, una tabernera de la zona se apiadó de la criatura cuando le encontró mientras paraba a echar una meada.

Ravn creció en una taberna de mala muerte, rodeado de marineros mal hablados, señoritas de compañía que ejercían su oficio como servicio extra del local y viajeros que no tenían para pagar un sitio mejor. La mujer que le acogió y crio a cambio de trabajar gratis en la taberna fue Stork, una semienana amable, cariñosa, sin modales y mal hablada que cuidó a Ravn cómo su propio hijo, no faltó cariño por su parte.

Por supuesto Ravn aprendió los malos modales de Stork y la fauna que le rodeaba en su entorno, nunca fue especialmente mal hablado, pero cómo su pasado no era secreto ni para el ni para nadie, no confiaba mucho en nadie que no fuera su madre adoptiva. La mayoría de las veces solitario, tímido incluso para hablar ante mucha gente o con gente que no conocía, Ravn creció haciendo las cosas a su manera, solo en la mayoría del tiempo, Stork estaba demasiado ocupada en la taberna.

Un día casi a sus 10 años, Ravn aceptó un pequeño trabajo de robo que ofrecía un viajero, este necesitaba un abrecartas especial de una tienda especial en el puerto, escabulléndose por una puerta trasera y sin hacer mucho ruido, consiguió el objeto, pero el hijo de los dueños de la tienda le encontró mientras intentaba huir porque, fíjate que coincidencia, el excusado de la tienda daba al mismo callejón que la puerta de atrás de la misma. El niño y Ravn pelearon, la primera pelea de ambos probablemente, pelea que Ravn perdió y por lo que no pudo cumplir el encargo. Días más tarde, volvería a encontrar al niño que le dio una paliza siendo apaleado por un marinero, Ravn no pensó en ayudarlo ni por un momento, de hecho, le estaba bien empleado por meterse en su camino. O al menos así parecía, pero cuando uno de los golpes del marinero dejó sin aire al chaval, Ravn se movió sin pensarlo y saltó al cuello del marineo, mordiendo y golpeando cómo podía arrancó un trozo de oreja de este, que respondió con una paliza al causante de su dolor.

Este accidente los convirtió en amigos de por vida, el niño, hijo de un par de vendedores de segunda mano de objetos “mágicos”, se llamaba Kardinal, crecieron juntos haciendo distintos trabajos que solía aceptar Ravn porque estaban bien pagados, la mayoría eran robos, atracos, a veces cobros de deudas. Al final en el pequeño barrio del puerto se les conocía cómo malhechores de poca monta, matones sin mucho futuro.

A sus 20 años, Ravn protegía la taberna de Stork y la tienda de los padres de Kardinal, ambos habían aprendido a defenderse con el tiempo y a usar distintas armas, Kardinal siempre más sigiloso, había preferido la espada larga que reposaba muchas veces en la vitrina de la tienda de sus padres, Ravn en cambio, utilizaba un par de puños de bronce que le había quitado a un tipo en un trabajo, junto a una espada mellada que consiguió de la misma manera. Ninguno de sus padres estaba de acuerdo con el rumbo que estos dos habían tomado, pero era mejor que morir de hambre.

Un día debían colarse en un polvorín del Puño Ardiente para robar equipo confiscado a unos viajeros que habían sido atrapados robando una tienda de la zona de la Alta Ciudad, el compañero que había conseguido huir no podía salvarlos pero quería sus cosas de vuelta, era un trabajo arriesgado y sabían que ellos dos no serían suficiente, así que decidió tirar de un par de hilos para contratar a un mago adecuado, fue entonces cuando conocieron a Mirlo, una joven elfa que llevaba unos meses haciendo unos pocos trabajos mágicos en la ciudad para ganarse el pan.

Tras llevar a cabo el trabajo, de una manera bastante exitosa gracias a la capacidad mágica de Mirlo y las habilidades que ya poseían Ravn y Kardinal, Ravn invitó a Mirlo a unirse al grupo de 2 que ya eran, ella rechazó el acuerdo, solo eran “dos matones de tres al cuarto”.

Aun que, con el tiempo, empezaron a trabajar juntos más de seguido porque Ravn siempre quería contratar a Mirlo para los trabajos, Kardinal no era tonto y sabía lo que pasaba, así que escondía sus sentimientos hacia ella y dejaba que su amigo, que siempre parecía tener una mala suerte tremenda, se llevase la atención de Mirlo.

Y es que, eran conocidos por tener siempre mala suerte, siempre los pillaban, aun que llevaran a cabo el contrato, siempre herían a Ravn, siempre que parecía salir bien había un guardia meando en un callejón por el que pasaban. De esa manera con el tiempo comenzaron a llamar a los tres “Las Aves Frustradas”, porque sus trabajos, aunque hechos con precisión y saber hacer, siempre solían salir relativamente mal. Con la asociación al par callejero y la fama que les traía para los contratos, Mirlo terminó por unirse a ellos, desarrollaron los tres una buena amistad y consiguieron hacerse un nombre en la capital, se sabía que Las Aves Frustradas guardaban una zona del puerto y nadie hacía negocios sin su permiso dentro.

El problema es que el Puño Ardiente también empezó a conocerlos, por lo que empezaron a intentar darles caza. Durante 7 años llevaron a cabo muchos trabajos, con el tiempo, Ravn cambió, mataba a veces dejándose llevar por la ira, otras veces robaba cosas que no necesitaba, Kardinal y Mirlo sentían cómo su pecho se retorcía por su amigo, el no era así, pero esta vida le estaba cambiando, lo estaba convirtiendo en un asesino, un monstruo.

Durante uno de sus trabajos, Ravn mató al hijo de un cabecilla de una banda, y con el tiempo esta misma banda, consiguió dar con el paradero de Las Aves Frustradas, la taberna de Stork, la destrozaron y robaron, golpearon tanto a Ravn cómo a los demás, pero les permitirían vivir si hacían un trabajo para ellos. Aceptaron sin mucha alternativa, el trabajo era el más peligroso hasta la fecha, tenían que matar a un Patricio, un tal Mortlock Vanthampur, el hijo mas joven de una Duquesa.

Cuando tenían la información preparada para llevar a cabo el encargo, Ravn escapó de noche sin despertar a sus amigos, el los había metido en esto, sabía que estos últimos años se había convertido en algo terrible, no había marcha atrás, el dinero y el poder le habían corrompido, pero no dejaría que su familia muriese por sus fallos. Por lo que, solo y algo herido aún por la visita de la banda, Ravn comenzó la infiltración a la casa del Patricio por las rutas que les habían dado, pero era extraño, la casa estaba vacía, no podía ser, ¿era buena suerte por una vez en su vida? Tal vez el Patricio dormía plácidamente, tal vez incluso pudiese robar algo de paso.

Investigó tranquilo los pisos inferiores, encontró una trampilla con un … ¿tunel? Descendió y transitó unos caminos de alcantarilla, parece que los Vanthampur escondían pasadizos, algo extraño si le preguntabas a Ravn. Rebuscando entre salas, Ravn encontró una oculta, donde parecía haber un extraño orbe mágico y unas notas que le hacían referencia. Pero… las notas… pretendían arrastras la ciudad entera a Averno, aquel sitio que Mirlo a veces había nombrado cuando le veía matar, amenazando con que su alma acabaría allí, era terrible, un sudor frío y un relámpago de miedo recorrió la columna de Ravn, esto no podía ser, si dejaba que pasara, todos en la ciudad iban a morir, su familia… Era el momento de arreglar las cosas, de compensar sus errores.

Pensando rápido y asustado, decidió usar fuego, el fuego debería matar al Patricio y al maldito orbe ¿no? No era tiempo de pensar, no era lo suyo, solía hacerlo Mirlo o Kardinal, lo de planear, el solo ejecutaba… Así que con un candelabro y unas velas que iluminaban el lugar, prendió fuego a la casa desde sus cimientos y escapó por una de las rutas que la banda le había aconsejado. Pero el Puño Ardiente esperaba su salida, ahora lo veía claro, la casa vacía, la información, todo era demasiado fácil, era una trampa, nadie iba a sobrevivir esa noche. Ravn consiguió despistarlos gracias a la sorpresa de las llamas, no pensaron que nadie estaría tan loco para quemar la mansión de un Patricio, así que el Puño Ardiente priorizó apagar las llamas antes de perseguirlo.

Ravn huyó, sabía que irían tras él, no tras su familia, ya que solo él había estado implicado. Corrió y corrió, salió de la ciudad y siguió corriendo sin parar, parecía que lo había logrado… el contrato de la banda, la intermediaria de la información, la que quería al Patricio muerto… una tal Señora T, quien demonios sería, ¿esto era cosa suya? ¿Quería a la otra banda muerta? Qué mala suerte, le había tocado cargar con todo por casualidad…Entonces un destello cegó a Ravn un segundo, una especie de ángel infernal había aparecido delante de él, no podía moverse de la sorpresa.

Este ángel entonces dijo: "No deberías haber roto tu promesa, la Señora Thalamra Vanthampur envía sus recuerdos".

Y con un movimiento rápido, lo siguiente en su memoria era la espada de este ángel atravesando su corazón y un calor abrasador en su rostro y cuerpo, y luego, la más oscura nada.

Hechos de la segunda vida de Ravn

Frío, calor, felicidad, tristeza, nada… abrí los ojos y le vi, pálido, sin su mano izquierda, sin su ojo izquierdo, sonriente permanecía a una distancia prudencial de mi… ¿mi? ¿Quién soy yo? No recuerdo nada… Estoy desnudo… ¿De qué se rie?

Cuando Ravn despertó, se vio en una cámara circular, la cámara estaba llena de agua, un agua extraña, parecía lamentarse con el fluir de la corriente, estaba en el centro, en un pequeño altar que flotaba con un camino de piedras hasta donde se encontraba este ser, observándole, riéndose… No parecía humano… pero viendo el reflejo de sí mismo en el agua, Ravn tampoco lo parecía. Vecna, el dios malvado de los secretos, los muertos vivientes y la nigromancia le había traído de vuelta. El guardián del Estigio, había observado cómo un alma en pena descendía directa al río, un alma nueva, una que aún no llevaba mucho tiempo en Averno, pues no estaba corrupta a su manera. El guardián pensó, “Que mala suerte”, y la vio descender el río. En su templo de Reanimación, este buscaba un alma, una que le ayudase a decantar la balanza al bando del caos demoniaco en la guerra que asolaba los Páramos de Averno… Cuando, con toda la mala suerte, el alma de Ravn cruzó el cauce del templo y Vecna leyó su alma.

El alma de un mercenario, un ladrón y un asesino, con gente a la que quiere y con una muerte extraña que parece enlazarlo a los diablos… Vecna sonrió de lado, era perfecto, era una marioneta que no dudaría en matar si pensaba que lo hacía por algo que valía la pena, así que, lo “reanimó”.

Cuando Vecna vio a Ravn levantarse en el altar, observó sus heridas y pensó, “aterradoras, se mimetizará bien aquí abajo”, el tipo estaba confuso, pero alerta, se podía notar con facilidad cómo desconfiaba de Vecna, cómo su instinto le hacía temerle, eso a Vecna, le gustó y se rio en plena carcajada. En el proceso de “reanimación”, Vecna había ocultado los recuerdos que mantenían a este hombre, Ravn, la cordura y la razón humana.

No recordaría datos, no recordaría nombres, no sabría cómo murió, no sabría cómo ni con quien vivió, solo dejaría que esa información le sonara, rondara su cabeza en forma de recuerdos, de imágenes que le volvieran con suerte loco y terminaran de convertirlo en un monstruo. Con esto hecho, Vecna le explicó que estaba muerto, que, por sus acciones en vida, había descendido a Averno, un sitio donde solo enviaban a los malditos y a los malvados, pero que su caso era especial, parecía que un hombre y una mujer le habían engañado, una elfa y un humano habían propiciado su muerte llevándolo a una trampa. Allí Ravn recordó el dolor de la estocada, el calor del fuego. Parecía razonable, lo que este ser… lo que Vecna decía.

Le contó que le había traído de vuelta para que le ayudase, Ravn debía matar a la mayor cantidad de diablos posible, debía matar los más poderosos si hiciese falta, ya fuese para recuperar su ojo o mano perdida, o para llegar hasta donde estaban ese humano y esa elfa. Vecna narró las condiciones de un contrato que Ravn no entiendo por completo aún en su estado de confusión, pero entendía dos cosas, que ahora le pertenecía a Vecna, quien le había levantado, y que para cumplir su contrato tenía que cumplir alguna de las condiciones, el ojo, la mano, un diablo poderoso, decantar la balanza al caos… Cualquier cosa valdría para que Vecna le ayudase a encontrar a la pareja que propició su muerte.

Una vez firmó, Vecna se apartó, y le dejó paso para que saliese, a los Páramos, a cumplir su misión. Lo único que Ravn preguntó fue,” ¿Cómo me llamo?” pero Vecna no respondió, solo se rio mientras se marchaba dentro de su templo y la puerta se cerraba tras de sí. El viaje de Ravn por los Páramos de Averno comienza ahí, durante un tiempo vagó hasta encontrar ciudades de diablos, los cuales hablaban un idioma que no comprendía, pero si entendía una cosa, cuando le señalaban todos decían “Ulvyiv”, seguramente significase algo cómo no muerto, fantasma… tal vez ese no era un mal nombre, pues definitivamente, Ravn ya no estaba ni vivo ni muerto.

No necesitaba comer, dormir o respirar, el calor de Averno no le molestaba ni agobiaba, solo lo notaba cómo un estímulo más. Con el tiempo aprendió a hablar el mismo idioma que los diablos, robó algo de equipo de algunos que morían peleando contra demonios, peleas de avanzadas y masacres que sucedían de manera continua, era una guerra, al fin y al cabo.

Nadie parecía querer nada con él, aunque ambos bandos le atacaban si parecía suponer una amenaza, lo cual en ocasiones era cierto. Consiguió robar una espada de un diablo que parecía fuerte, pero que por suerte estaba herido después de una pelea contra un grupo de demonios cabra, aún sin necesidad de respirar, Ulvyiv podía oler, y ellos no olían muy bien. Con el tiempo empezó él a atacar ambos bandos sin darles tiempo a preguntar, simplemente estaba perdido y se desquitaba con la primera criatura que se cruzase.

A los días de su ataque de ira se dio cuenta de que se estaba dejando llevar, era extraño, parecía que Averno mismo le incitaba a matar, y por desgracia, a él no le costaba hacerlo. Cuando eso ocurría, una cara femenina, una elfa, aparecía como un rayo por su mente, unas palabras con voz de hombre “Tú no eres así” … Eso le apretaba el pecho, era de las pocas veces que sentía… Así que empezó a oprimir esa fuerza que le empujaba a matar, por alguna razón no quería sentir eso que pasaba cuando la voz y la cara aparecían.

Un día en los Páramos, un estruendo llamó su atención, un grupo de diablos formados por huesos y tentáculos atacaban a un grupo de demonios y gnolls que se reusaban a morir. Ulvyiv se fijó en que esos diablos llevaban un armamento de calidad, uno que merecía la pena robar, así que se unió a la pelea, pero por mala suerte, un demonio grande y enfadado decidió atacarle antes de poder acercarse lo suficiente a los diablos, Ulvyiv se defendió y gracias a la espada robada unas semanas atrás pudo matarlo.

Los diablos se comunicaron con él, en infernal, por suerte Ulvyiv ya conocía el idioma y les engañó diciendo que pretendía ayudarlos a ganar la batalla, estos decidieron llevarlo al Osario, donde su señora, la Caudillo Feonor, le ofreció un trabajo ya que parecía un tipo capaz, un joven dragón sombrío había estado matando a sus creaciones en el Cráter Infernal, un sitio cercano a los Páramos donde la extraña geografía de Averno formaba un sistema complejo de cuevas y pasadizos, algunos totalmente oscuros y otros llenos de lava.

Cómo recompensa al trabajo le ofrecía aprovechar el cuerpo de la bestia para lo que Ulvyiv quisiera. Ulvyiv aceptó el trato, ya que pudo observar cómo en el Osario había más no muertos, cómo el, así que supuso que Feonor tendría unos poderes parecidos a los de Vecna, y cuanto más pudiese aprender sobre el tipo que parece controlar su destino, más cerca estaría de saber si el contrato que debe cumplir es algo que vale la pena hacer o solo una manera de manipulación para hacer el trabajo sucio del dios malvado de los secretos.

Para matar al dragón, Feonor le ofreció ayuda de la herrera de la que forjaba las armas de calidad que el mismo había visto en acción, Lady Hojagrada, Ulvyiv le pidió a Hojagrada un arma con la que pudiese matar al dragón de un golpe certero, sin exponerse demasiado, esta aceptó el reto y forjó durante una semana la que sería el arma favorita de Ulvyiv, su Jabalina Relampagueante. Durante esa semana, Ulvyiv observó el trabajo sin descanso de Hojagrada, cómo él, no necesitaba dormir, tampoco comer o respirar, solo trabajar, tener un motivo para moverse.

En ese tiempo ambos conversaron, Ulvyiv le contó que fue “reanimado” hace solo unos 3 meses, le contó quién lo hizo, y ella le advirtió, no digas su nombre a nadie que quieras cómo aliado, no es del gusto de nadie, nadie confía en Vecna. Hojagrada habló más de lo que cabría esperar de un no muerto, parecía, que tanto ella como Ulvyiv compartían un destino en manos de quien les “reanimó”, sirviendo hasta que simplemente dejaran de moverse, aun siendo criaturas alejados del sentimiento, Ulvyiv se sintió cómodo, un calor extraño rodeaba el ambiente cuando hablaba con Hojagrada, tal vez eso era la amistad, ella parecía sentir lo mismo.

Pasada la semana, con la jabalina forjada, Hojagrada pidió prudencia a su nuevo amigo, su creación era poderosa, pero el dragón debía estar herido para que el golpe fuese decisivo.

Ulvyiv entendía que era un desafió muy grande para hacerlo el solo, así que decidió provocar a un grupo de demonios que se encontraba cerca del Cráter Infernal, su idea era que los demonios hiriesen lo suficiente al dragón, así que al provocarlos huyó hacia las cavernas, perdido y desorientado se dio cuenta de que sus sentidos eran buenos, pero no lo suficiente como para moverse por la oscuridad con libertad, aunque gracias a los ataques ígneos de los demonios podía ver algo. El joven dragón de sombras terminó por mostrarse atraído por Ulvyiv, cómo suponía, su ansia de alimentarse lo guiaba hasta él.

Los demonios que perseguían a Ulvyiv intentaron huir al ver al dragón, pero este reaccionó cómo un animal que cree que alguien le está robando la comida, ataco a los demonios, que se defendieron cómo pudieron hasta caer muertos. En el caos de la batalla, Ulvyiv ejecutó su plan y atacó al dragón primero con la espada, haciéndole una pequeña mella en sus escamas de la frente, el dragón le atacó de vuelta y golpeó con su aliento a Ulvyiv, lo cuál le mandó a volar contra una de las paredes de la caverna, ahora un poco iluminada por el fuego que ardía después de la pelea. En ese momento Ulvyiv apuntó su jabalina y la lanzó con toda la fuerza que pudo, recordando en su mente a su nueva amiga y pronunciando la palabra Fruylv (Amigo en Infernal), que provocó que la jabalina relampaguease y volase cómo un destello hacía la herida que le había provocado al dragón, golpeándolo con un poder que nunca había visto y matándolo en el acto.

Después de la intensa pelea, Ulvyiv cortó la cabeza del dragón y la cargó, aún herido, de vuelta al Osario, donde la ofreció cómo prueba a Feonor, que, complacida por el trabajo hecho, le permitió a Ulvyiv quedarse la cabeza y servir para ella. Ulvyiv rechazo el servicio, no podía servir a dos amos, Feonor lo comprendió y le dejó curarse antes de marchar.

Hojagrada, aliviada, forjó cómo regalo a Ulvyiv una Armadura del Ocaso, símbolo de conquista por partida doble a la muerte para un no muerto, la prueba de que había vencido a los dos depredadores de sus ambas vidas, el tiempo y un dragón de sombras. Ulvyiv se despidió de su amiga con algo que otros considerarían frialdad, pero para dos no muertos, era una despedida acalorada, un apretón de manos y un “Hasta que nos volvamos a ver”.

Al poco tiempo de abandonar el Osario, Ulvyiv encontraría a un humano en los páramos, un tipo extraño que pareciese siempre estar fumando algún tipo de tabaco en su pipa. Al principio ambos desconfiaron, pero la personalidad del humano era agradable, aparentemente cálida, y cómo él, parecía esconder más de lo que mostraba.

Su nombre era Edmund, una especie de hechicero o mago, no entendía muy bien sus poderes, pero era poderoso, y, sobre todo, no apartaba a Ulvyiv como si fuese un demonio o diablo. Edmund no estaba muy interesado por el pasado de Ulvyiv, y Ulvyiv tampoco preguntaba por el de Edmund, pero ambos habían acordado viajar juntos para cumplir

sus objetivos, hasta que un día como otro cualquiera en Averno, tras despachar un grupo de demonios que interrumpió el desayuno de Edmund, ambos vieron una ciudad ser arrastrada por unas cadenas desde el techo de Averno.

Ravn y su misión con la Égida

Con objetivos aparentemente alineados a los suyos, Edmun y Ulvyiv conocieron a dos aventureros que parecían tener historia con la ciudad, Iroh y Aikukart, que viajaban junto a la pequeña celestial, Lulu.

Juntos, los cinco llevaron a cabo distintas proezas por todos los páramos de Averno, derrotaron a los Caudillos más poderosos, forjaron alianzas y crearon enemigos tan poderosos que muchos hubieran abandonado. Pero ellos tenían una misión, devolver ">Elturel] al plano material y salvar a toda su gente, serían conocidos cómo La Égida de Elturel, que finalmente terminó por salvar la ciudad y volver a traer al bando celestial a la archiduquesa de Averno Azor.

Durante esta misión, Ravn se hizo gran amigo de todos, en especial de Edmund que resultaría ser Antaris, pero cómo otras veces en su vida, nada llega sin dolor y Antaris se sacrificó para portar la Espada de Zariel, convirtiéndolo en Erathaol. Juntos cumplieron la misión, recuperó sus recuerdos y se enemistó con Vecna al enterarse de sus mentiras, descubrió que en realidad su alma no solo le pertenecía a él, si no también al señor de Neso, Asmodeo. Consiguió una alianza con Tiamat y una guía para recuperar su alma y salvar a Mirlo.

Regresó al plano material junto a Aikukart y los hematurgos, no sin antes despedirse de Iroh. En el plano material, volvió a Puerta de Balduran para conocer el estado de su familia, allí encontró a Kardinal, a quien le contó todo, habían pasado unos 20 años desde su muerte.

Decidido a salvar a Mirlo, viajó a Aguas Profundas junto con Aikukart para hablar con Koh Tam, el elegido de la Reina Cuervo, quien le daría el paradero de su alma en Dis con la que sería finalmente libre para buscar a Mirlo por todos los Nueve Infiernos.

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Ravn en su viaje por Averno y conocido por el nombre de Ulvyiv, renacido por Vecna.


La carta de Burney

Después de cumplir su promesa y salvar Elturel, Ravn volvió al plano material, donde viajó de nuevo a Puerta de Balduran y llevó a cabo distintos encargos de Koh Tam para recabar la información necesaria para rescatar a Mirlo y a él mismo.

En el proceso, su "negocio" con Kardinal se vio altamente beneficiado, incluso, comenzó un camino nuevo donde decidió no matar nunca más, dedicar su entrenamiento a nuevo estilo de pelea a puño limpio y ayudar de manera desinteresada a que Puerta de Balduran fuera un lugar más seguro, junto al beneficio político que Halcón le había ofrecido convirtiéndolo en patricio mantuvo a Ravn ocupado mucho tiempo, si no estaba buscando algo para su misión se dedicaba a proteger a los que necesitaban un protector en Baldur, siempre sin intentar llamar la atención. 

Un día, mientras se bañaba en la casa que había recibido por sus servicios en Averno (la mansión de Thalamra Vanthampur) un colibrí entró volando, dejando una carta en sus manos. Burney necesitaba ayuda, Fhet'Ahla y Mahadi habían escapado de Averno y estaban en el plano material. Sin dudarlo, Ravn se puso en marcha para expulsar a golpes a estos dos de Mipsum.

En el camino, quedó con Candela y Amelia en Elturel, subió con ellas a Halruaa, donde conocería a Ahzek y a una semielfa que resultaría ser Borus disfrazado. Juntos consiguieron detener a los dos conjuradores, pero Borus se marchó con Fhet'Ahla sin poder impedirlo, aun que no sin antes decirle algo extraño a Ravn, que ya se conocían y que había sido divertido trabajar a su lado.

Ravn pasó unos días en Halruaa consiguiendo información y una conexión con el Cónclave para su misión en Averno, además, Ahzek se convertiría en un tipo interesante y lo llevaría consigo a Puerta de Baldur, a la Taza sucia, su taberna, donde le presentaría a Aikukart y juntos determinarían que Ahzek sería un buen fichaje para que les acompañase en el nuevo viaje que estaba por delante. Ambos, Aikukart y Ahzek conocerían al hijo adoptivo de Ravn y a la hija de Kardinal, unos niños de a penas 9 años que correteaban por la nueva casa de Ravn, la cual compartía con su hermano de armas para llenar unas paredes tan grandes.