Entráis en el edificio de los Anales de la ciudad y os sorprende lo diferente que parece. Puede que se deba simplemente a la iluminación, pero parece haber más libros en los estantes y el ceño de Dominic parece estar menos fruncido. El hombre bajito y barbudo se acerca a vosotros.
—Oh, qué bien que hayáis venido —os dice—. Sin duda para registrar más hazañas de vuestros amigos. Lo cierto es que me burlé de vuestras motivaciones la primera vez que entrasteis aquí, pero debo decir que he cambiado de opinión.
Dominic os da una palmada en la espalada y camina hacia detrás del mostrador.
—Os guste o no, os estáis volviendo una parte importante de esta comunidad. Y estoy seguro de que, en cierto modo, tengo que daros las gracias por el aumento de libros en las estanterías.
Intenta señalar sus adquisiciones con los brazos, pero apenas se le ven las manos bajo las largas mangas de la túnica.
—No son buenos libros, cierto, pero son libros, al fin y al cabo. Además —dice con una pequeña sonrisa—, he tenido más tiempo para trabajar en mi propio tomo.
Dominic abre la pequeña colección de pergaminos en la que ha estado trabajando y os la da.
—Aún estoy centrado en la perspectiva global, pero, en no mucho tiempo, debería tener más material. Pensé que podríais estar interesados en echarle un vistazo.
Aunque la expansión humana no siempre se ha recibido con amabilidad y cortesía por parte de otras especies, hoy en día, los humanos están más o menos en paz con sus vecinos. Tras un costoso tratado de paz con los tieflings valrath del sur y el acuerdo con las tribus de orcos inox más prominentes, las únicas amenazas son los bestiales trasgos que siguen atacando ciudades humanas, a veces sin motivo aparente.
En su mayoría, los humanos se han mantenido alejados por miedo del territorio de los atormentadores, y los atormentadores parecen devolver el favor. Y lo mismo ocurre con los enanos savvas, que viven bajo tierra en las zonas montañosas, en su mayoría inhabitables, de las regiones del norte y oeste.
Los elfos y los gnomos provienen de continentes lejanos y parecen mucho más interesados en el comercio y el intercambio cultural que en la conquista.
Y así la sociedad humana se ha beneficiado culturalmente de su interacción con otras especies. Muchas de las más hermosas estructuras de la civilización humana no hubieran sido posibles sin la maquinaria de los gnomos, el dominio elemental de los enanos y los diseños arquitectónicos de los tieflings. Incluso los contemplativos elfos han influido en varias de las religiones humanas, aunque los seguidores del Gran Roble —un riguroso grupo que cree que un árbol gigante ubicado en el centro de la capital vigila y protege a todo el mundo— no han alterado sus creencias.
Y mientras los militares humanos mantienen viva la civilización, es realmente el comercio con otras especies lo que, en última instancia, permite que la civilización prospere. Parece pues que, a medida que los salvajes se amansaron, no era más que cuestión de tiempo que el paradigma cambiara de un gobierno militar a uno mercantil.
—Como he dicho, aún estoy trabajando desde un punto de vista global— dice Dominic—. Pero la investigación me está proporcionando datos interesantes. Aunque, de momento, todo es demasiado vago. Necesito encontrar mejores fuentes. No basta sólo con los poemas aullados de los enanos. —Retira el libro y frunce el ceño—. Los enanos escriben la peor de las poesías y, además, resulta increíblemente difícil de traducir.