1. Journals

Anales de la Ciudad

¿Asi que queréis comenzar una especie de registro de todos los mercenarios que se han marchado de Umbramar? —pregunta un hombre barbudo y de baja estatura con el ceño fruncido—. Me suena un tanto arrogante. Pero, en cualquier caso, estoy seguro de que tengo un libro de registro disponible en alguna de estas pilas.

Deja la pluma en el lomo del libro en el que estaba escribiendo, sale de detrás del mostrador y va hasta la parte delantera del edificio de los Anales de la ciudad.

Vuelvo enseguida. ¡No robéis nada!

Frunce el ceño de nuevo antes de echar a caminar hacia la parte trasera del edificio, tropezándose con su larga túnica varias veces. Mientras se desliza tras uno de los muchos estantes, dirigís vuestra atención al edificio en sí.

El edificio de los Anales de la ciudad es una enorme estructura circular situada en el lado oeste del Barrio de la Moneda. Construido como símbolo de estatus de los comerciantes ricos para la ciudad, cualquiera que entre puede percatarse en seguida de que, en realidad, la enorme biblioteca está prácticamente vacía.

Algunas secciones, como la de enseñanzas y filosofías del Gran Roble, están relativamente llenas, pero muchas otras no tienen más que unos pocos libros ocupando las largas y yermas estanterías. Tal vez sea ésa la razón de que algunos de tus amigos comerciantes insistieran tanto en que visitaseis el edificio de los Anales de la ciudad antes que ningún otro, ya que documentar las proezas de vuestro grupo creará más contenido para llenar todas estas salas vacías.

Con esta idea en mente, vuestros pensamientos se dirigen directamente al libro abierto que se encuentra frente a vosotros y en el que estaba trabajando el empleado. Hay dos textos en el mostrador y da la sensación de que estaba en proceso de transcribir los escritos de uno a otro.

Sin embargo, al mirarlos con más atención, os percatáis de que los títulos son diferentes. El libro que se encuentra completo se titula El ascenso de la civilización humana en Casskia, mientras que el otro se titula La historia de Umbramar de Dominic Scrim. Intrigados, comenzáis a leer lo que estaba escribiendo:

Hace miles de años, en algún momento, los humanos de Casskia dejaron de esconderse en cuevas y empezaron a crear sociedades al aire libre, erigiendo modestas aldeas agrícolas que poco a poco se fueron convirtiendo en las enormes y extensas ciudades que conocemos hoy en día.

No obstante, vivir en el exterior nunca resultó fácil. Hubo guerras, tanto entre ellos mismos como con otras sociedades, como los valrath del sur. Sin embargo, aún más problemáticos eran los constantes ataques de otras especies más salvajes que habitaban el mundo: las tribus inox de orcos y los trasgos que no conocían el concepto de paz y cuyo único deseo era conquistar.

Las murallas siempre fueron necesarias, al igual que los hombres armados que las protegían. Por este motivo, la civilización de los hombres creció y se desarrolló bajo normas militares. Aquellos que poseían talento para la guerra ocupaban los puestos más altos de la sociedad y gobernaban con la perspectiva de mantener a aquellos a su cargo a salvo de los ataques del exterior.

Mientras este régimen basado en la fuerza mantenía con vida y en activo a la especie humana, el desarrollo de otras facetas culturales de la sociedad se estancó. No obstante, la cultura de la que carecía la civilización se compensaba con su rápida expansión y con los asentamientos que se extendían desde el norte hasta el último rincón del continente. Esto creó base firme que aseguraba la prosperidad de los humanos y que así nunca tuvieran que volver a esconderse en cuevas.


Mejor empezar por el principio, ¿eh? —Frente a vosotros, Dominic sostiene unos pocos pergaminos encuadernados en cuero—. Encontré esto en el almacén. Debería serviros para vuestros propósitos. Y veo que no soy el único que ha encontrado algo.

Va hasta vosotros y os da los pergaminos.

La mayoría de la gente piensa que Umbramar no es más que una parada de caravanas provinciana —dice en tono acusador—. Un mal necesario en medio de un bosque mortal. Pero yo discrepo. Adoro Umbramar y creo que su historia debe documentarse. Creo que esta ciudad desempeña un papel mucho más importante en la historia del continente de lo que el resto del mundo piensa. Y lo demostraré.

Dominic esboza una leve sonrisa nerviosa y agarra los dos libros del mostrador.

Pero aún no está terminado. Ni remotamente. Volved en otro momento y puede que tenga más historias que contaros.

Prosperidad nivel 3

Entráis en el edificio de los Anales de la ciudad y os sorprende lo diferente que parece. Puede que se deba simplemente a la iluminación, pero parece haber más libros en los estantes y el ceño de Dominic parece estar menos fruncido. El hombre bajito y barbudo se acerca a vosotros.

Oh, qué bien que hayáis venido —os dice—. Sin duda para registrar más hazañas de vuestros amigos. Lo cierto es que me burlé de vuestras motivaciones la primera vez que entrasteis aquí, pero debo decir que he cambiado de opinión.

Dominic os da una palmada en la espalada y camina hacia detrás del mostrador.

Os guste o no, os estáis volviendo una parte importante de esta comunidad. Y estoy seguro de que, en cierto modo, tengo que daros las gracias por el aumento de libros en las estanterías.

Intenta señalar sus adquisiciones con los brazos, pero apenas se le ven las manos bajo las largas mangas de la túnica.

No son buenos libros, cierto, pero son libros, al fin y al cabo. Además —dice con una pequeña sonrisa—, he tenido más tiempo para trabajar en mi propio tomo.

Dominic abre la pequeña colección de pergaminos en la que ha estado trabajando y os la da.

Aún estoy centrado en la perspectiva global, pero, en no mucho tiempo, debería tener más material. Pensé que podríais estar interesados en echarle un vistazo.

Aunque la expansión humana no siempre se ha recibido con amabilidad y cortesía por parte de otras especies, hoy en día, los humanos están más o menos en paz con sus vecinos. Tras un costoso tratado de paz con los tieflings valrath del sur y el acuerdo con las tribus de orcos inox más prominentes, las únicas amenazas son los bestiales trasgos que siguen atacando ciudades humanas, a veces sin motivo aparente.

En su mayoría, los humanos se han mantenido alejados por miedo del territorio de los atormentadores, y los atormentadores parecen devolver el favor. Y lo mismo ocurre con los enanos savvas, que viven bajo tierra en las zonas montañosas, en su mayoría inhabitables, de las regiones del norte y oeste.

Los elfos y los gnomos provienen de continentes lejanos y parecen mucho más interesados en el comercio y el intercambio cultural que en la conquista.

Y así la sociedad humana se ha beneficiado culturalmente de su interacción con otras especies. Muchas de las más hermosas estructuras de la civilización humana no hubieran sido posibles sin la maquinaria de los gnomos, el dominio elemental de los enanos y los diseños arquitectónicos de los tieflings. Incluso los contemplativos elfos han influido en varias de las religiones humanas, aunque los seguidores del Gran Roble —un riguroso grupo que cree que un árbol gigante ubicado en el centro de la capital vigila y protege a todo el mundo— no han alterado sus creencias.

Y mientras los militares humanos mantienen viva la civilización, es realmente el comercio con otras especies lo que, en última instancia, permite que la civilización prospere. Parece pues que, a medida que los salvajes se amansaron, no era más que cuestión de tiempo que el paradigma cambiara de un gobierno militar a uno mercantil.


Como he dicho, aún estoy trabajando desde un punto de vista global— dice Dominic—. Pero la investigación me está proporcionando datos interesantes. Aunque, de momento, todo es demasiado vago. Necesito encontrar mejores fuentes. No basta sólo con los poemas aullados de los enanos. —Retira el libro y frunce el ceño—. Los enanos escriben la peor de las poesías y, además, resulta increíblemente difícil de traducir.

Prosperidad nivel 4

Espero que podamos entendernos, Señor Scrim.

Un soldado muy bien ataviado se encuentra en el centro del edificio de los Anales de la ciudad cuando entráis. El bibliotecario, Dominic, parece aún más pequeño a su lado, pero no está intimidado en absoluto.

Oh, le entiendo perfectamente —responde Dominic—, pero no creo que usted esté entendiendo mi postura. Estoy intentando descubrir la verdad.

El soldado levanta la vista cuando os acercáis y, entonces, vuelve a dirigir la mirada al hombre barbudo.

Sólo piense en lo que le acabo de decir. —Dominic empieza a gesticular a su alrededor mientras el soldado se dirige hacia la puerta—. No me gustaría tener que tirar abajo este lugar.

Eh, vosotros —os saluda Dominic tristemente —. Me alegra que os paséis por aquí. Quién sabe a qué clase de burdas tretas habría recurrido ese matón para hacerse entender. —Sacude la cabeza y se ahueca la barba—. Aunque no es más que una diferencia de pareceres. Parece que, durante mi investigación, he hecho las preguntas equivocadas a la gente equivocada. Es asombroso lo reaccionaria que puede llegar a ser la gente de ideas cerradas por algo escrito en un trozo de pergamino. Como si fuera a leer alguien estos pequeños textos míos —tose Dominic—. Oh, bueno, a excepción de vosotros, claro. ¿Es por eso por lo que habéis venido? He terminado la historia general, por si queréis echarle un vistazo.

Mientras la civilización humana se expandía, tuvieron lugar dos importantes cambios. El primero fue el ascenso de los comerciantes a posiciones más prominentes en la ciudad debido a la riqueza que habían obtenido de las lucrativas rutas de comercio tanto con los humanos como con otras especies. El segundo cambio fue que los páramos que rodeaban la ciudad, antaño extremadamente hostiles, se volvieron mucho más pacíficos, mientras el terreno se transformaba en tierras de labranza y se alcanzaba la paz, de una forma u otra, con las especies vecinas.

Los militares aplicaron impuestos muy elevados al comercio en todo el continente y el resentimiento de los comerciantes crecía más y más a medida que se les pedían porcentajes más altos de sus ganancias con menor justificación. Los militares no hacían nada y engordaban gracias al trabajo de otros.

Toda esta situación alcanzó un punto crítico en la Capital cuando el líder de la Hermandad de Comerciantes, Simón Carretero, organizó un golpe contra los militares de la ciudad contratando a todo un ejército de mercenarios con el dinero de la hermandad y tomando el control de la ciudad. Lo cierto es que fue un golpe poco violento, pues superaban en número a la guardia de la ciudad que, por otra parte, no estaba muy entrenada. El asedio a la fortaleza duró menos de dos días, lo que no fue suficiente para que llegaran refuerzos de las ciudades cercanas.

Una vez en el poder, la Hermandad de Comerciantes se ganó rápidamente el favor de la ciudadanía con radicales cambios sociales que le otorgaba muchas más libertades y la liberaba de los elevados impuestos de los militares. Una vez que la plebe estuvo del lado de los comerciantes, pocas esperanzas les quedaban a los militares de recuperar el control, ya que, llegados a ese punto, el ejército de mercenarios ya no era necesario y a los militares se les ofreció un salario decente para que siguieran velando por la ciudad.

Después de que la capital fuera reformada, la Revolución de los Comerciantes se extendió a otros lugares, destituyendo el dominio militar por todo el continente. En el momento en el que escribo este documento, sólo una ciudad queda bajo el mandato de una fuerza militar: Umbramar.


Lo próximo que quiero abordar es el desarrollo de Umbramar y este choque entre comerciantes y militares en la ciudad —comienza Dominic—. Pero, como podéis ver, al ejército no le agrada en absoluto. En realidad —vacila Dominic—, esperaba que vosotros pudierais hacerme un favor. Creo que, para poder seguir escribiendo, necesito el respaldo de un comerciante poderoso que me mantenga a salvo. Todos simpatizan con que plasme esta historia, como no podía ser de otra manera, pero son un poco reacios a apoyar mi proyecto. Esperaba que pudierais convencer a alguno por mí. Puede que tengáis suerte con el concejal Yegrís. Si os podéis ganar su favor.